Mi buen amigo FP sufre de un dilema
moral del cual no podrá escapar jamás. Es mártir de los juicios que
elaboran previamente de las cosas. Es un cinéfilo como ninguno, conocedor
de todas las películas que valen la pena conocer y además de las que no lo
valen. Ha conversado, analizado y escrito como nadie acerca del cine, pero
no quiere aceptar lo inevitablemente obvio: El mejor actor de todos es Marlon
Brando.
Conste que no me refiero a un tiempo ni
a una nacionalidad. Ni siquiera una película en particular, sino al
emblemático precepto de que el mejor actor de todos, sean hombres o mujeres, es
Marlon Brando. ¿Por qué Marlon Brando es el mejor actor de todos los
tiempos y no ha sido superado?
Su estratagema para actuar, que es la
que lo ha convertido en lo que es, no solo es una técnica muy difícil de
ejecutar, superando la premisa basada en que el actor debe sentir lo que
emocionalmente pasa por la cabeza del personaje, sino que, para poder actuar,
Marlon Brando se transforma en el personaje, al punto de que Brando es el
personaje. Dicho de otra manera, Marlon es Paul y también es Vito Corleone
y su método de actuación sin ambages es una forma de interpretar y asumir la
existencia en la cual se es afín al personaje que caracteriza al actor porque
por encima de interpretarlo, se transfigura en el mismo. Marlon es el
personaje, no una recreación de la persona a quien interpreta. Incluso
podemos afirmar que el personaje deja de ser tal para convertirse en Marlon
Brando, máximo grado de posibilidad de riqueza artística: El producto es
su artífice, tanto o más que pensar que el artífice construye el
producto. Pensar en esta posibilidad cruza la raya del arte para
transformarse en una dimensión francamente endemoniada, absolutamente satánica.
Cuando Paul usa la mantequilla casera
en la legendaria escena de El último tango en París está
haciendo apología a la maldad. De igual forma la manera, cuando Vito
Corleone utiliza a las personas, representa la exaltación del triunfo del
mal. Por eso mi amigo FP sufre: Porque se da cuenta que el cine, que para
él es una pasión incomparable, es ejemplificada por un hombre que va de la mano
con la maldad. La maldad es la que sale triunfante cada vez que Marlon
Brandon se luce en una actuación, dice mi amigo FP
En realidad, hay un error conceptual
más profundo que tiene dos aspectos que quiero destacar en este texto.
Lo malo y el talento
Por más que quisiéramos negarlo, el
talento y la bondad no tienen nada qué ver. Se puede ser científico,
artista o Santo, sin que existan muchas contemplaciones al momento de medir los
alcances de una acción humana. No existe un condicionante ético en
particular que sea la brújula que guía las cosas, mucho menos las ataduras
morales, cuando una de las cosas que precisamente ha hecho avanzar a la humanidad,
en términos positivos, es la presencia de transgresores inteligentes que han
cuestionado atavismos. y convencionalismos, pudiendo revertir las injusticias
más aparatosas con las cuales hemos lidiado por siglos. Genialidades
amorales van y vienen conforme pasa el tiempo, dejando su buena semilla sobre
la tierra. Lo que sí existe, para fortuna de quienes creemos en el
potencial del individuo, son las convicciones de unos cuantos, que son tan
aplastantes que terminan por imponerse. No creo que la convicción de
alguien sea precisamente un signo de claridad colectiva, sólo es la certeza de
un individuo.
El crimen sí paga
Ajeno a la idea de que los malos son
necesariamente castigados, sinceramente pienso que unos se salen con la suya y
otros no. Paul termina siendo asesinado en El último tango
en París y Vito Corleone puede morir viejito, pero no puede
evitar el sufrimiento de quienes le rodean. ¿Acaso no es por demás
ejemplarizante el final de la película “escandaloso” y El Padrino ? En
ambos los malos terminan por pagar sus crueldades, ya sea porque lo sufren en
carne propia o porque lo padecen sus seres queridos. En El
último tango en París y en El Padrino ,
vence la moral (y las buenas costumbres), por encima de las posibilidades de
transgredir en sentido negativo.
Epílogo de la genialidad
La inteligencia es la base sobre la
cual se sustenta el potencial creativo de un ser humano y esa inteligencia
puede o no tener límites morales. Lo que hace inteligente o no a una
persona no es su alianza con el bien, sino sus posibilidades de alcanzar logros. Cuando
la inteligencia se desborda, los logros trascienden en el curso del tiempo y en
ocasiones, hasta el propio curso de la historia se modifica.
Es tan molesto para algunos tener que
aceptar que el talento puede ser amoral, que uno termina por creer que su
intelecto está delimitado por prejuicios. En otras palabras, es de sabio
reconocer que ser sabio y ser bueno no tiene nada que ver. No existe
relación alguna entre una y otra cosa y tratar de entenderlo, puede que no sea
satisfactorio, pero potencialmente puede aclarar el entendimiento.