De la conquista española heredamos el
lenguaje, la religión y los elementos culturales propios de Grecia y Roma, que
en definitiva constituyen los pilares de la cultura occidental. En orden de
importancia, diría que en primer lugar está el español como lengua, lo segundo
es la occidentalización cultural del subcontinente y cada vez con menos
relevancia, pero siempre presente, el catolicismo. La fusión entre españoles,
indígenas americanos y negros es la base del mestizaje latinoamericano, en el
cual, en algunos países prevalece un grupo étnico o raza más que otro, pero, en
definitiva, América Latina está construida bajo estas bases que configuran la
esencia de lo que somos. Cada tronco entregó sus elementos culturales más
valiosos y se creó la América Mestiza.
Quejadera al infinito
El colonialismo generó un sentimiento
de minusvalía que se proyectó hacia el poder de lo que llamamos España en la
actualidad y a este estado animoso se le sumó (ya antes de la Segunda Guerra
Mundial) una actitud de víctima hacia los Estados Unidos de Norteamérica que se
materializó en un doble sentimiento de minusvalía, el primero hacia los
conquistadores europeos y el segundo hacia la potencia del Norte. Es como si
más de quinientos años no bastasen para comenzar a asumir responsabilidades
básicas y en el presente le seguimos echando la culpa al “enemigo externo” que
termina siendo imprescindible para justificar y mantener nuestras propias
miserias.
Ideologías piratas y otras velocidades
Cuando cae (o tumban) el Muro de
Berlín, se establece en la praxis una verdad que no se puede ocultar ni se
puede modificar. Las sociedades que progresan son las que cultivan el libre
mercado y las que se atoraron tratando de dar sentido a las cosas obviando el
pequeño detalle de que debemos pagar las cuentas, se seguirán hundiendo hasta
el infinito. Yo vengo de una sociedad que hace esfuerzos para no salir de una
dinámica atroz en la cual se pretende sustituir la realidad por el mundo de las
ideas, del cual Platón nos habló hace mucho tiempo. La capacidad de un
conglomerado de tener la madurez necesaria para asumir ciertas realidades
marcará para siempre su presente y su futuro. Del vacío generado por la muerte
de las ideologías surgió un escenario que era difícil de prever. Contrario al
sentido común y sin una brújula mágica que nos diga por dónde debemos
transitar, el siglo XXI terminó por asentar viejos preceptos de carácter
ideológico que se han sumado a las más caricaturescas formas de pensar, todo desde
lo ideológico, remando contra toda posibilidad de lógica y conduciéndonos a
futuros desencantos fáciles de predecir. Estas ideas, muchas de las cuales
habían desaparecido, han reaparecido con nuevas distorsiones en la
contemporaneidad. En los asuntos sociales el vacío no existe y es bien sabido
que las dinámicas revolucionarias terminan en el contexto humano como el
destino de los burros en las carreras de caballo. ¡El siglo XXI es un macabro
circo violento que hasta ahora no divierte!
“El fracaso del progreso”
Ni maduramos en relación con las
vivencias previas ni la tecnología nos ha hecho más felices. Somos tercos por
naturaleza y lejos de ir hacia futuros de sosiego y potencial felicidad, las
guerras, los conflictos religiosos y las salvajadas más inimaginables campean a
nuestro lado y las vamos normalizando conforme entramos en contacto con ellas.
De alguna manera, la idea de progreso fracasó en el ámbito humano y una espiral
de conductas autodestructivas va marcando el paso de los nuevos tiempos. Imagino
que toda ola tiene una cresta y luego la intensidad de las cosas disminuye. Me
pregunto si esa ola tiene límite o funciona como un paradójico pozo sin fondo.
Eso nos lleva a la primera premisa, en la cual planteamos la necesidad de
asumir nuestro rol como gente de un tiempo en donde la irresponsabilidad
colectiva y el odio pareciera salirse con la suya.
Los orígenes del mal
Mientras sigamos transfiriendo nuestra
cuota de responsabilidad social a otros, no hay manera de mejorar en términos
civilizatorios. Al final el individualismo y el nihilismo son posturas sanas
frente a la manera desbocada como se tiende a comportar la manada. Sigue
venciendo lo dicotómico y lejos de cultivar el respeto por la cultura y la
visión del mundo del otro, lo seguimos viendo como nuestro potencial enemigo. A
veces, al asociarnos con poderosos hacemos mejores negocios. En el conjunto de
lo que vendría a significar la globalización y la potencial creación de “la
gran aldea”, pareciera que se hicieron notar más las diferencias que las
similitudes entre los seres humanos. La incapacidad de llevar una educación
mínima y de calidad a las grandes masas de personas sin elementos formativos
básicos, que son los verdaderos minusválidos, porque en ellos reina la
ignorancia, es la gran deuda que tenemos como humanos. La ignorancia, a decir
de San Agustín, es una de las peores representaciones del mal. La
contemporaneidad lo certifica.
Publicado en varios medios de
comunicación a partir del domingo 12 de noviembre de 2023.