Para quien no lo haya
encontrado, sería prudente recordar que puede existir un mejor lugar para cada
uno de nosotros y parte del arte de vivir consiste en conseguirlo. Llámese lugar,
actitud, estado o aspiración, ese lugar anhelado podría estar a la vuelta de la
esquina, a miles de kilómetros de distancia o simplemente dentro de nosotros mismos.
El gran desafío es ser capaces de encontrarlo a tiempo. El tiempo juega con
nosotros y le pone fecha de vencimiento a nuestros actos. El tiempo, además de
condenarnos a lo finito, también le da sentido a la existencia.
“La vida está en otra parte” es
una fantasía que se nos pasa por la cabeza sin mucho fundamento. Sobre todo, cuando
no tenemos de manera tangible la posibilidad de comparar. Si sólo es una
presunción sin mucho fundamento, todo intento de cambio es solo una huida hacia
adelante. Por el contrario, si tenemos la certeza de que “la vida está en otra
parte”, habría que ser bien pusilánime para no hacer todo el esfuerzo necesario
para estar en el lugar que creemos que puede ser el mejor para lo que anhelamos.
De la materialización de esas aspiraciones están hechos los sueños que hacen
posible elevarse y llegar a desarrollar lo mejor de nosotros mismos. Sin sueños
cotidianos, la vida es aburrida, como lo son los sueños grandilocuentes de las
épicas de todos los tiempos. El sueño del hombre común y sus aspiraciones
tangibles llevan a la felicidad. Nada es más grande que la pretensión por las
pequeñas cosas. Por el contrario, los megaproyectos y sueños de tamaño desmesurado
propenden a llevar a las personas al sufrimiento. En esa categoría están las
utopías, las ideologías y demás basuras mentales. Que se ocupen primero de
salvarse a sí mismos quienes obcecadamente quieren salvar a los demás.
Hay quienes tienen una especial
clarividencia para manejar el arte de la predictibilidad. Son personas que
poseen una especie de olfato que los guía como brújula y los previene de las
cosas que están por venir. De donde vengo, muchos tuvieron esa capacidad
intuitiva más desarrollada y escaparon tomando todas las previsiones necesarias
para hacerlo. Quien se acostumbra a vivir en el caos, la ruindad y la maledicencia,
potencialmente pone en riesgo a su espíritu y la corrupción del alma es cosa de
segundos. En esos casos es prudente tener zapatos ágiles para poder correr con
facilidad. Hay que escapar con tiempo del infierno, por aquello de que si no lo
hacemos podríamos quedar atrapados en él para siempre. Es cuestión de estética,
ética y aspiración personal. Potencialmente podemos ser víctimas de injusticias
si no tenemos la capacidad de ver hacia adelante.
Ganarse el respeto colectivo
tiene una base sobre la cual se podría sustentar todo el edificio de lo que
vamos formando. Esa piedra fundamental está relacionada con la capacidad de ser
sinceros, alejarnos de la tentación de mentir y cultivar la autenticidad como
un valor y una forma de conceptuar la realidad. Sin lugar a duda, tarde o
temprano, la persona auténtica, capaz de mantenerse apegada a sus convicciones,
destacará sobre su entorno, generalmente cundido de falsedades y maneras
retorcidas de entender el mundo. Ganarse el respeto de otro no es asunto de
generar simpatía, por el contrario, el respeto tiene su propio camino sobre el
cual corre de manera libre, ligero y sin contratiempo. Quien cultiva la
autenticidad no debe esperar el aplauso. Sería sospechoso esperarlo, como
también lo sería el recibirlo.
Es tan escandaloso como lo son
sus consecuencias, que enormes masas de seres humanos se hayan visto forzados a
migrar del paraíso. El origen de la tragedia se remonta a los encandiladores
ejercicios de elocuencia que un payaso de poca monta logró realizar ante una
montonera carente de juicio y ávida de esperanza. De grandes hipnotizadores
colectivos y vendedores de espejos está minado el camino de la civilización. Una
y otra vez pareciera que seremos cegados por los ilusionistas de rigor que repetidamente
aparecen para consuelo de quienes cultivan los peores sentimientos. La balanza
entre el bien y el mal gusta de mantenerse en equilibrio, por lo que tanto mal
pareciera que va a surgir cuanto tanto bien esté presente. El equilibrio se
impone de manera lastimosa y cruel. La expulsión del paraíso es el sino que nos
marca desde nuestro origen. Fueron ignorados quienes prefiguraron lo que iba a
ocurrir. En estos casos ya no hay posibilidades de segundas oportunidades. El
paraíso se pierde una vez y para siempre.
El mundo no se detiene por nadie.
Quien no haya desarrollado la destreza de enfrentar y solucionar los obstáculos
más inimaginables, se seguirá quedando atrás en la cruel carrera que significa
la existencia. De parásitos y chupasangres están minados los conglomerados
humanos. Forman parte de las cargas propias del sistema. Por una tergiversación
cultivada por quienes apuestan por sociedades caóticas, hay quienes gastan sus
energías en promover la necesidad de defender los sujetos que carcomen los sistemas.
Lo evolutivo y lo que es bueno para la especie debería imponerse.
Santiago, 11 de diciembre de
2023.
Publicado en varios medios de
comunicación a partir del 11 de diciembre de 2023.