domingo, 15 de octubre de 2023

Secuencia y consecuencia

 

La historia sirve para recrearnos en relación con un montón de asuntos que nos llevan hasta el presente. Una de las cosas más interesantes de acercarse a las tramas propias de la historia es la posibilidad de entender los hechos en un contexto determinado. Ese contexto, por supuesto, lleva a una secuencia de fenómenos a través de los cuales podemos entender las cosas y lo que ha ocurrido. Viéndolo de esta manera, la historia puede ser de utilidad para abultar los elementos que permiten conocer un fenómeno determinado, sacar conclusiones e incluso formular puntos de vista personales. De ahí la gente se crea sus propias opiniones.

Opiniones las tiene cualquiera

De esta manera, cualquiera emite una opinión. Si la opinión es de carácter político, no tiene mucha relevancia porque opinar desde lo político no requiere mayor inteligencia. Es simplemente esgrimir un punto de vista que parte de los prejuicios que se tienen en relación con las cosas. Un prejuicio es una idea previa que se elabora antes de que ocurra un determinado fenómeno. Cuando nos ponemos en contacto con un hecho determinado, nuestro prejuicio (juicio previo elaborado) se conecta con lo que vemos, queremos o podemos ver. Se trata de un asunto de percepción selectiva. Muchas veces, por nuestros juicios previos (prejuicios), tomamos una posición. A mi parecer, eso no tiene mucho valor, pero es lo que mueve de un lado a otro los fenómenos sociales.

Estallidos sociales y otras trivialidades

El ejemplo más interesante de las dinámicas sociales de carácter aparatoso y dramático lo constituyen los muy recurrentes “estallidos sociales”. Como fenómenos de explosión colectiva tienden a ser recurrentes en el curso del tiempo y salvo que se transformen en una guerra (sea civil o militar), estos estallidos como tal tienen cierto carácter que, si bien no podríamos categorizar como “normales”, si podemos llegar a entender que son frecuentes. Ocurren en cualquier parte del mundo, tanto en sociedades avanzadas como en sociedades primitivas. La duración de estos fenómenos está delimitada porque en general, se autorregulan y se autolimitan. A lo sumo, estos fenómenos tienen una duración de tres meses y medio en promedio. Cuando la clase política es capaz de canalizar un estallido social a través de “una salida política”, como por ejemplo el voto, ese impulso inicial, propio de los asuntos de las masas, pierde potencia y se regulariza a través de formas civilizadas de resolución de conflictos. De estallidos sociales al menos he tenido la experiencia de vivir dos, con manejos políticos diferentes (antagónicos) y resultados distintos. Todo el peso de estas dinámicas recae en la clase política pensante y su capacidad de tomar decisiones pensando en lo mejor para la mayoría (la que es capaz de vivir en sociedad).

Ruptura histórica

Hay casos en la historia en los cuales ocurre un quiebre. A mi juicio, en esas situaciones, pareciera como si se ensamblasen asuntos pendientes que quedan como anillo al dedo para que la historia se parta en dos y la salida política, que he asomado como un asunto regulador de conflictos, desemboque en la peor de todas las opciones que es la guerra. Una vez que se abre esa puerta, lo peor de lo humano aparece y la necesidad de someter al otro y derrotarlo sin ambages y de la manera más aplastante se hace presente. En los asuntos de guerra, no hay otro imperativo diferente que vencer (a la guerra se va para vencer o de lo contrario no se iría a la guerra). En los casos de guerra, la historia da un giro asombroso y las cosas que bien pudieron en el pasado haberse resuelto de otra manera, asumen la dimensión propia de lo peor del horror y las atrocidades estarán a flor de piel. A fin de cuentas, los héroes de guerras son quienes sean capaces de desarrollar las acciones más temerarias, muchas de las cuales necesariamente serán las más crueles. En el contexto guerrerista el asesino se transforma en héroe y por sus hazañas será recompensado y elevado.

El fin de la guerra

Una vez que se entra en guerra, el fin último es la aniquilación del contrario, el sometimiento de éste, el poseer sus pertenencias, sus riquezas, su territorio o si fuera el caso destruirlas y provocar un dolor tal que su recuperación deberá ser muy lenta o posiblemente no sea factible esa recuperación si la contundencia de lo bélico logra el fin último que es acabar con el poder beligerante del enemigo. Es difícil que haya un empate bélico, pero sin duda y eso lo sabemos de sobra, hay guerras en las cuales no hay ningún vencedor. En otras, por el contrario, se da que un grupo somete al otro hasta hacerlo desaparecer, sino en su totalidad, al menos en su capacidad de ser una amenaza. Los países que invirtieron en armas y en tecnología son los que llevan la delantera en poderío y los que no lo hicieron se quedaron rezagados. Sería interesante saber, cuáles son más felices: Si los conglomerados que viven para la lucha o aquellos que aparentemente llevan una vida menos confrontativa y con mayor sosiego, o por lo menos aparente placidez.

 

Publicado en varios medios de comunicación a partir del 15 de octubre de 2023.


lunes, 9 de octubre de 2023

Crónicas de un reportero

 

En estos días que transcurren, a pesar de mi aislamiento, tengo la percepción de estar escribiendo desde una oficina de prensa. La velocidad de las informaciones que vamos recibiendo y los inesperados cambios que va dando el mundo pareciera que van desarrollando una fuerza vertiginosa que termina por marearnos. Ni siquiera aislándonos en el bosque podemos escapar al sonido de las embestidas humanas. En medio de eso, siempre debemos dejar un espacio para pensar. No dejarnos contaminar por las expresiones malsanas del entorno sigue siendo nuestro deber.

La historia corre

La historia está de lo más apurada, ella, despeinada y atareada, anda con una lista de cosas para comprar en el mercado y pobrecita, a la historia se le ha metido en la cabeza la idea de que no le va a alcanzar el tiempo para lidiar con sus asuntos. Tal vez por su falta de orden o su exceso de responsabilidad, cree que se puede atesorar cada momento en el saco de recuerdos colectivos. Pobrecita la historia, ya pareciera que le va fallando la memoria y no tuviese capacidad de discriminar lo que es importante de lo que no lo es. La exaltación de lo insípido en ocasiones atraviesa el espíritu de ciertos tiempos, así como las grandes fogosidades en las cuales incurre lo humano. Pobre historia, que mientras su mente envejece, su cuerpo se hace ágil y diligente.

Venezolanos entrando y saliendo

Ya parece una carrera con obstáculos. Lo de los migrantes venezolanos por el mundo no sólo es un asunto que ha empeorado, sino que todo sigue indicando que la diáspora es indetenible. Queda un buen lote por salir de esas tierras a quien el destino o sus protagonistas, condenaron. Un montón de mis compatriotas andan ahora penando de un lado a otro. Ha pasado antes que la población de muchos países es más abultada fuera de su propio territorio que en el lugar de donde inicialmente partieron. Pueblos enteros han tenido que migrar por las circunstancias adversas que han enfrentado. Venezuela es uno de esos casos, y por más desordenada que parezca la historia, las cosas llegan en algún momento a desarrollar un equilibrio. Lo increíble de la diáspora venezolana es que se hace todo lo posible por forzarla y no hay ya interés en detenerla. Otros asuntos se hicieron más relevantes.

Lo importante y lo trivial

A veces creo que hay causas rematadamente insulsas que opacan los verdaderos asuntos a los cuales se debería dedicar el esfuerzo humano. Imagino que es más fácil lidiar con ligerezas y sandeces y evitar los temas difíciles. Como quien tratase de aprobar un examen respondiendo las preguntas fáciles y dejando de lado las difíciles. Es que a fin de cuentas no hay ningún asunto propio de lo humano que sea novedoso. Lo que hay son problemas a los cuales les damos el carácter valorativo dependiendo de cuáles intereses creados tengan más poder en un momento determinado. La cosa se mueve dependiendo del interés de los que jalen la soga más fuerte. El que desfallece en este esfuerzo, pierde.

Relajación y firmeza

Relajarse y mantenerse firme ante las adversidades es el destino inexorable de la persona que trata de hacer el ejercicio de pensar. Frente al inconmensurable vacío que dejó el fin de las ideologías, muchos andan desesperados en la vida, tratando de buscar una brújula que no existe. Otros, por el contrario, sentimos que nos quitamos un enorme peso de encima y vemos lo ideológico como una tara mental. Gracias al fin de las ideologías, el sentido de realidad se aclara a nuestros ojos y se hace más fácil soñar, por consiguiente, somos más libres. Por una paradoja inédita, ahora nuestros sueños necesariamente se han de materializar en lo tangible. De todas maneras, sigue siendo libre soñar y es precisamente en ese terreno, el de lo onírico y lo fantástico, donde se abren múltiples posibilidades para cultivar la felicidad. La literatura y la filosofía son espacios para expandir nuestros sueños.

La montaña y los animales

Por estos días, vivo en una cabaña, ubicada al pie de una montaña, rodeado de seres vivos del bosque y sonidos de la naturaleza. Me quedan horas para volver a mudarme a la ciudad y trato de disfrutar este tiempo y este espacio con auténtica devoción. Dentro de pocos días volveré a hacer la fila del supermercado y tendré que enfrentar el tráfico automotor de la cotidianidad. Alejado de las personas que no me son afines y siempre buscando el espacio perfecto para cultivar la amistad, sigo pensando en la fugacidad de la existencia y lo generosa que puede ser la vida si somos capaces de ubicarnos en el lugar apropiado. A mi vecino, el cazador, se le escapó un disparo y perdió un pie. Por el contrario, yo prefiero el sosiego que me generan mis espacios para la contemplación y el acceso a buenos y nuevos libros. La lectura siempre es un espacio para la recreación, así como la escritura lo es para la expiación. 

 

Publicado en varios medios de comunicación a partir del 09 de octubre de 2023.



domingo, 1 de octubre de 2023

El pececito

 


Básicamente, todo lo que sé lo aprendí en la mesa. Me refiero a lo aprendido como sistema de valores, creencias y elementos atinentes a mi manera de conducirme. No en vano se es hijo de una italiana del sur del sur de Sicilia, pues la cultura mediterránea en términos clásicos apuesta a la familia como fuente de amor y fortaleza, además de cultivar vínculos en torno a la buena comida y a intercambiar experiencias cotidianas propias del día a la hora de comer. La mesa, la comida, la buena cocina, las bases de lo que uno termina siendo como persona y, por supuesto, la siembra de los valores. Todo eso inseparable al antiguo concepto primitivo de hogar. De hecho, la mesa ha sido mi más importante escuela. Los distractores sanos y el compartir en familia suelen generar bienestar.

En una ocasión, comentando en un almuerzo el libro del excelso escritor siciliano Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957) titulado El gatopardo, surgió un debate (tertulia) acerca de las características de los cambios propios a las dinámicas sociales y los mecanismos adaptativos que nos permiten enfrentarlos. En el libro El gatopardo, el tema de los valores es asumido de manera aguda, tanto desde la ética como desde la cotidianidad (praxis). Estudiar este texto de Lampedusa siempre es pertinente, no solo por sus abrumadoras enseñanzas, sino por lo bien escrito que está. Libro de gran valor filosófico y moral, muestra “sin ambages” cómo se enfrentaron ciertas realidades. Es curioso cómo tanta gente repite su emblemática frase sin tener claro el espíritu que se acuña en ella, pero eso será tema para otro trabajo. Lo cierto es que se trata de una genialidad que aborda, entre otras cosas, cómo el apegarse al sistema de valores sirve de protección frente a los cambios inseparables a las dinámicas históricas de los pueblos.

Recuerdo que la conversación tornó un giro polémico, y mi padre, con habilidad, contó la historia de “el pececito”, logrando sosegar las bravuras. Cuando las ocupaciones me embargan, vale la pena volver a esta anécdota de mesa para recrear un tiempo que ya no existe, pero que dejó sembrada la implacable costumbre de comer siempre en familia y de intercambiar las más variadas historias entre quienes nos profesamos amor.

Este es el asunto:

“Era un pez cebra y vivía en un frasco de mayonesa de los grandes. Nos lo había regalado un tío y durante doce años no le cambiamos el agua del envase en donde vivía. Se veía saludable y jamás le aplicamos ningún fungicida o antibacteriano de esos que se suelen echar a las peceras. Los restos de comida se pegaban en los bordes del frasco y nunca presentó enfermedad alguna. A pesar de que la comida se empichaba y los hongos proliferaban, el pez daba muestras de una salud resplandeciente. Solía nadar con una placidez y calma que invitaba a que lo observásemos durante horas. Conforme iban pasando los días, el agua se iba evaporando y cuando a uno de los miembros de la familia nos parecía que ya se estaba reduciendo mucho su territorio acuífero, solíamos echarle una olla de agua que se mezclaba con la que ya tenía el frasco y el pez se veía contento mientras hacía acrobacias en su hogar. La ‘pecera’ se iba poniendo verde según pasaba el tiempo y uno que otro caracol de vida fugaz solía limpiar el vidrio hasta volverlo a poner transparente. ¡¡Cómo nos encantaba ese pececito!!

En esos doce años nos fuimos de vacaciones durante más de un mes en varias oportunidades y le echábamos el equivalente a la comida que necesitaba durante nuestra ausencia. Cuando regresábamos solíamos impresionarnos de cómo había aumentado de peso y lo vivo que se volvían los colores de su cuerpo. De verdad que era agradable el pez y cada uno de nosotros lo fue llamando conforme le pareciera el nombre adecuado para el pececito. Es así como mi hermano lo llamaba Eugenio, mi hermana le decía Flipper, mi padre le llamaba ‘la trucha’ y mamá le decía ‘el pececito’. Yo solía llamarlo ‘Lacan’... por aquello de ‘la importancia del silencio’.

Cuando alguna visita llegaba a casa, solía preguntarnos por los familiares y amigos cercanos y siempre preguntaban por el pececito, tan importante y conocido era. Un amigo biólogo marino se interesó en él y quería hacerle estudios o qué sé yo. La voluntad de mi padre se hizo sentir: ‘Prohibido meterse con la trucha’.

Todo iba bien con nuestro pez hasta que ocurrió lo inevitable. No me acuerdo quién fue, pero a alguno de nosotros se le ocurrió que sería prudente lavarle el frasco con el argumento de que ‘la pecera estaba sucia’. Fue cuestión de segundos. Una vez que se le lavó el frasco, al momento de introducirlo en el agua, el pez dio un giro y quedó muerto de manera fulminante. Lo sentimos.”

A veces, cuando a alguno de los miembros de mi familia se le meten la cabeza la idea de provocar un cambio en su manera de conducirse, suele escucharse el grito familiar de: ¡¡Acuérdate de lo que le pasó al pececito!! Cosas que uno aprende, pues. 


Publicado en varios medios de comunicación a partir del 01 de octubre de 2023.

Ilustración: @odumont

sábado, 23 de septiembre de 2023

Retórica perfecta


La retórica es el arte de bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia para deleitar, persuadir o conmover. Ese arte que es la esencia de la comunicación requiere de grandes esfuerzos para materializarse y en esa necesidad de elevar los mensajes, hay un par de escritores de los cuales trata este texto y que sirven de ejemplo para analizar los alcances y efectos de la elocuencia.

George Orwell

George Orwell es el seudónimo con el cual escribía Eric Arthur Blair, un británico nacido en la India, quien apenas vivió entre 1903 y 1950, falleciendo a la temprana edad de 46 años y que, entre su obra escrita, destacan particularmente dos textos literarios por el carácter imperecedero que poseen: Rebelión en la granja y 1984. Su obra muestra el mundo descarnado de las sociedades totalitarias y han logrado un particular efecto persuasivo y cautivante porque Orwell hace uso de lo artístico para expresar sus ideas. Si la idea central de cualquiera de estos dos textos se hubiese expresado a través de un ensayo, la posibilidad de trascendencia hubiese sido nula y probablemente ni conociéramos de la existencia de este importantísimo autor. Se trata de una demostración palmaria de cómo, a través del arte, se pueden expresar las ideas de una manera mucho más reveladora que si se hiciese a través de otra forma comunicacional. A mi juicio, lo más interesante de la obra de George Orwell es que a pesar de usar el género literario para mostrarnos una realidad espantosa, Orwell es un mal escritor. Su capacidad argumentativa no reposa en lo bien que escribe sino en los recursos literarios puestos al servicio de la expresión de una idea. Es un mal escritor, expresando ideas muy duras, las cuales gracias a lo artístico se materializan en un simbolismo insuperable que nos queda como un legado para cualquier generación, en cualquier tiempo y lugar. Visto de esta forma, se trata de uno de los escritores más importantes de todos los tiempos. A sabiendas que escribe mal. Esto último es una paradoja magnífica frente a la cual no puedo expresar sino mi alegría, porque viéndolo bien, el carácter de su obra es triplemente enriquecedor. 1. Porque la idea se universaliza. 2. Porque la idea se transforma en arte para poderse universalizar. 3. Porque la imperfección narrativa de Orwell hace que sus personajes se parezcan a nosotros. Es mucho más fácil identificarse con ellos en la medida que se muestran más humanos. Incluso cuando usa animales para la expresión de sus ideas, el texto se humaniza incluso más que si fuesen personas.

Lo maravilloso y lo terrorífico

Cuando el discurso se hace de elementos artísticos que logran universalizar la obra, se abre la posibilidad de que esta llegue a una mayor cantidad de personas. Se trata de un asunto que con cierta frecuencia aparece en la cultura. Lo monstruoso, aquello que sería imposible de asimilar si se nos dijera de manera directa, logra un nivel superior cuando se expresa a través de la dimensión que solo permite el arte. Esta ha sido la forma de expresar los temas más difíciles, lo cual podemos ver de manera tangible y clara en dos pensadores como lo son George Orwell y Friedrich Nietzsche. El embellecimiento de las cosas difíciles, lejos de enredar aquello que se quiere expresar, termina por conferirle una condición inmortal. 

Friedrich Nietzsche 

Friedrich Wilhelm Nietzsche es un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán quien apenas vivió entre 1844 y 1900, falleciendo a la temprana edad de 55 años. Escribió una obra abultada que ha cimentado una manera de filosofar y una conceptuación de la cultura que ha influenciado a una enorme cantidad de hombres de pensamiento a través de su legado, el cual se ha materializado incipientemente desde el siglo XIX, con mucha penetrancia durante todo el siglo XX y bastante presencia en la actualidad. El desarrollo de su trabajo tiene como pieza fundamental un libro sin el cual Nietzsche no se hubiese universalizado. Se trata de la obra Así habló Zaratustra, un texto raro por donde se le vea, pues a través de claves narrativas y elementos poéticos, Nietzsche expresa lo fundamental de su obra filosófica, de una manera atractiva, por cuanto en este texto hay relatos y personajes cargados de gran simbolismo que van expresando diferentes puntos de vista sobre múltiples asuntos universales, siempre de manera cautivante y persuasiva. No en vano se ha dicho tantas veces que se trata de un libro peligroso, porque al embellecer sus ideas y plantearlas de la forma como lo crea, se hace mucho más seductor el discurso y cayendo en manos inadecuadas, es posible que de ese manantial de genialidades surjan las más retorcidas interpretaciones. Yo también creo que Así habló Zaratustra es un libro peligroso. No tanto porque lo lean personas que potencialmente harían uso inadecuado de cuanto ahí plantea, sino que su peligro se basa en su belleza. Es un libro hermoso, de fácil lectura, de elevada calidad expresiva y total armonía en el que se plantean temas transgresores cuya fuerza lo condena a la inmortalidad, al misterio y a esas cosas propias de las fuerzas de lo humano que en ocasiones asociamos a lo oscuro de nuestras naturalezas. De ahí que para su propio autor es “un libro para todos y para ninguno”, artificio retórico que termina por embelesar al más cauto y también a los incautos.



Publicado en varios medios de comunicación a partir del 23 de septiembre de 2023. 

Ilustraciones: 

@Rayilustra

@cosmoperez

@odumont

lunes, 18 de septiembre de 2023

¡¡Fiestas Patrias!!

 


Me preparo para ir a la fonda y disfrutar nuevamente de las celebraciones por las fechas patrias en Chile. Son divertidas por cómo se les vea. Se come, se baila, se conversa, se reúne uno con las personas cercanas y se bebe como si el mundo se fuese a acabar. El país se llena de símbolos patrios y se da paso a una celebración colectiva que nos invita a invertir dinero en darnos unos buenos gustos. ¡Viva Sssscchhiiileee! Se escucha por doquier. De esa manera, año tras año, nos vamos abriendo a la posibilidad de ser parte de un país para mirar el pasado con el lente de la distancia. Se brinda por lo que se tiene y por lo bueno que vendrá. El pasado no existe, es sólo un montón de recuerdos que evocan aprendizajes y afectos. Con el tiempo y la distancia, el recuerdo de las vivencias y los buenos tiempos pareciera que se percibe con más claridad.

Pasando páginas, abriendo rutas

Pasar la página es darse la oportunidad de entender que la vida sigue y que los cambios pueden ser para bien. Cuando un compatriota atrapado en mi país de nacimiento me pide un consejo, no me queda sino decirle que yo migré; esa es mi respuesta. De Venezuela solo me interesan las cosas buenas, que en realidad están atesoradas en mi memoria. En relación con sus múltiples dinámicas malsanas, ya no me concierne porque afortunadamente las siento extrañas. No me interesa remover ese mundo de negatividades. Me interesa apostar porque la sociedad en la cual vivo progrese y a la gente le vaya bien. En el arte de pasar la página se encuentra la felicidad del migrante. Quien no lo logra, tendrá una bola de plomo encadenada en su cuello. La libertad es un derecho, pero también puede ser un deber. Para el hombre que se quiera a sí mismo, la libertad es un imperativo irrenunciable. Dejar atrás el pasado es un acto de libertad. En mi cotidianidad personal, no soporto la queja de quien parece haber nacido para el sufrimiento. Hay pueblos suicidas y ese es su destino. Yo nací y escapé de uno así.

Los tiempos buenos

Los tiempos buenos son los que podemos vivir cada día, ahora, ya. Es bastante probable que, si se nos va la vida esperando tiempos mejores, terminemos por desfallecer y hasta fallecer antes de que nos demos cuenta de lo que nos está pasando. Se vino a la vida a vivir, de lo contrario: ¿Qué otro sentido tiene la existencia? Los tiempos buenos son los que podemos desarrollar en el camino de la vida, que no es otro que el que vamos construyendo cada día, con sus noches y despertares esperanzadores. Cuando migramos, generalmente lo hacemos apostando por un destino mejor que aquel del que venimos. Por eso, quien sobrevive a la migración en buena lid, tiende a asumir una actitud vitalista y luchadora. Los problemas que conseguimos en el destino de llegada son ínfimos si los comparamos a los del lugar de donde venimos. Es propio del migrante que se sobrepone a los obstáculos, tender a minimizar los problemas de su entorno. La esperanza siempre tiende a apoderarse de lo humano.

Valores mundanos

Una ojeada eventual por la prensa de mi país natal es solo una manera de recordar que es un lugar al cual jamás debería volver. De decadencias se puede teñir cualquier espíritu, incluso el más elevado. La aventura del viaje no es parte de la vida. La aventura del viaje es la vida. De ahí que tiendo a alejarme de cuanto no me genere nutrientes para mi alma. Seré cualquier cosa excepto un espíritu desnutrido. Se piensa porque se tiene el tiempo de ocio necesario para pensar y si el sacrificio de vivir consistiese en renunciar a la posibilidad de pensar, entonces la existencia no tendría sentido para mí. Espero que lo pusilánime y apocado se mantenga a prudencial distancia de mi entorno. Si la vida no se entiende como una pasión, entonces no se entiende. Fuera de mi tierra natal, comencé a ser más universal porque el migrante, cuando mantiene vivas las expectativas con relación al futuro y las cosas buenas que le esperan, deja de ser un ser común para transformarse en un luchador heroico. En el arte de la guerra es bien sabido que en muchas ocasiones podemos avanzar retrocediendo.

Colectivismo, individualismo

Soy promotor del individualismo asumido como una manera de entender el mundo en el cual lo más importante es proteger el derecho a desarrollarnos como personas, sin asumir compromisos con los cuales no nos sentimos identificados. De ahí que cualquier colectivismo es potencialmente sospechoso y las sectas, los clanes, los grupos y otras deficiencias mentales de carácter generalizado tienen sobre ellos la lupa puesta de quien no acepta que le marquen su destino. El grupete, que tiende a expenderse a través de las masas acéfalas, es la gran amenaza para el individualismo, en otras palabras, para la libertad. Todo colectivismo, potencialmente acecha la libertad y desde una perspectiva ética, quienes creemos en el derecho a poder cultivar un poco de libertad en nuestras vidas, nos activaremos al sentirnos amenazados. 

 

Publicado en varios medios de comunicación a partir del 18 de septiembre de 2023.

domingo, 10 de septiembre de 2023

Una chica y una guitarra

 

Don Pedro trabaja doce horas al día. A veces, mientras trabaja, se pregunta para qué lo hace, asunto que no deja de parecerle sonso pues es bien sabido que es de necios conformarse con ser un mantenido del sistema cuando por esfuerzo propio se pueden lograr las cosas y alcanzar los sueños. Siente desprecio por los parásitos sociales, esas personas que viven de los demás, ya sea ostentando un cargo de servidor público o suplicando donativos en las calles. A Don Pedro, ese tipo de gente le asquea. Cuando se le viene a la cabeza la idea de que trabaja mucho o se fatiga por tantas horas dedicadas a laborar, recuerda que los parásitos existen y se inspira para seguir trabajando. Tal vez no sea un hombre feliz, después de todo.

Compromisos creados, placeres adquiridos

Don Pedro ha sido ordenado en su vida. Casado y con cuatro hijas, la disciplina ha sido su manera de enfrentar las adversidades. Se despierta muy temprano y antes de permitir que la primera idea aparezca en su cabeza, ya está probando el primer sorbo de café de los muchos que va a tomar cada día. Conocedor del café desde edad muy temprana, sabe degustar cada infusión de las presentaciones arábigas que bebe con deleite. De los pocos placeres que no se priva es el de tomar café, al punto de que ha adquirido cierto carácter obsesivo su colección de variedades infinitas, a las cuales saborea con un goce que pocos llegan a adquirir. Don Pedro y el café van de la mano. Cuando su esposa va al mercado, se esmera en seleccionar los mejores granos, por lo que en su casa el buen café nunca falta. De la necesidad de tomar café y llevar su pujanza hacia adelante está hecho Don Pedro.

Esfuerzos de gente común

Con gran esfuerzo, Don Pedro destina una parte de su salario en cuatro mesadas iguales para cada una de sus hijas. Ha fomentado en ellas la idea de que deben aprender a manejar el dinero en forma responsable, sin gastos superfluos o innecesarios. Piensa que realizar una buena administración desde temprana edad propicia el compromiso con lo que se va a hacer en función de futuro y obliga a las personas a ser prevenidas y precavidas con sus finanzas, lo cual, en su mente, es extrapolable para todos los aspectos de la vida. Quien administra bien, vivirá bien, piensa, mientras prueba lentamente el café de la tarde, cuando se toma una pausa en su trabajo. Nada se le ha dado fácil en la vida, por lo que calibra a cada persona que conoce de acuerdo con la manera cómo conduce sus finanzas de la cotidianidad.

Gente botarata y tacaños de formación

De joven, recorrió medio planeta mientras trabajaba haciendo oficios rudos en barcos mercantes. Conocedor del espectro de lo humano, pone por encima a su familia y apenas tiene un par de amigos con quienes toma café y habla de lo humano y lo divino los sábados por las tardes. Para él, las aventuras quedaron atrás. Cada una de sus hijas tiene su personalidad definida y constituye un orgullo del cual tiende a sentirse satisfecho. Piensa que ha enseñado valores en su seno familiar, pero, sobre todo, sabe que en su vida el ejemplo supera a la prédica: Es una persona correcta y ordenada. Por eso, se sorprendió tanto cuando una tarde, la tercera de sus cuatro hijas, que acude a clases en nivel medio y suele ser madura en sus acciones, llegó a casa con una guitarra y le dijo a su padre que se la había comprado con la totalidad de la mesada y que iba traer felicidad. Ella se comprometía en hacer grandes esfuerzos para no requerir de más dinero del que se le había dado. Don Pedro se enfureció. Pensó que la joven estaba destinada a ser pobre, por no saber manejar sus finanzas y apostar a lo superfluo.

Don Pedro y la felicidad

La cosa no pasaba de ser una anécdota intrascendente en la vida cotidiana de una familia hasta que la joven comenzó a cantar. Tocaba los acordes con habilidad y su dulce voz empezó a acompañar a Don Pedro en los atardeceres melancólicos de sus días y en los despertares soporíferos del fin de semana. La joven cantaba con tal belleza y tocaba la guitarra con tal maestría que para su padre era una especie de milagro lo que estaba observando. Cada vez que podía, le decía a su hija que tocara la guitarra y ella lo conmovía con su canto. Llegó un punto en que se sentía supremamente feliz en su trabajo y en cada día de su vida y se lo adjudicó al canto de la hija amada, quien le había mostrado a él que tal vez aquella había sido una de las mejores inversiones económicas que habían hecho. El canto de la hija y su interpretación de la guitarra simplemente no tenían precio, porque se había transformado en alegría vital. Desde entonces, la vida de Don Pedro se ha hecho más entretenida y su carácter pasó a ser jovial. La vida le regalaba una oportunidad más de disfrutarla a plenitud y la visión que siempre había tenido del dinero, si bien no cambió, por lo menos se permitió darle un guiño a esas cosas que no esperamos y que cuando nos llegan por sorpresa, no tenemos otra posibilidad sino la de expresar nuestro agradecimiento. Eso era lo que decía Don Pedro, mientras cenaba con su esposa y sus cuatro hijas. Después de la cena, todos cantarían alrededor de la chica y su guitarra. 

 

 

Publicado en varios medios de comunicación a partir del 11 de septiembre de 2023. 

sábado, 9 de septiembre de 2023

Los nidos y las ratas

Mi buen amigo FP sufre de un dilema moral del cual no podrá escapar jamás. Es mártir de los juicios que elaboran previamente de las cosas. Es un cinéfilo como ninguno, conocedor de todas las películas que valen la pena conocer y además de las que no lo valen. Ha conversado, analizado y escrito como nadie acerca del cine, pero no quiere aceptar lo inevitablemente obvio: El mejor actor de todos es Marlon Brando.

Conste que no me refiero a un tiempo ni a una nacionalidad. Ni siquiera una película en particular, sino al emblemático precepto de que el mejor actor de todos, sean hombres o mujeres, es Marlon Brando. ¿Por qué Marlon Brando es el mejor actor de todos los tiempos y no ha sido superado?

Su estratagema para actuar, que es la que lo ha convertido en lo que es, no solo es una técnica muy difícil de ejecutar, superando la premisa basada en que el actor debe sentir lo que emocionalmente pasa por la cabeza del personaje, sino que, para poder actuar, Marlon Brando se transforma en el personaje, al punto de que Brando es el personaje. Dicho de otra manera, Marlon es Paul y también es Vito Corleone y su método de actuación sin ambages es una forma de interpretar y asumir la existencia en la cual se es afín al personaje que caracteriza al actor porque por encima de interpretarlo, se transfigura en el mismo. Marlon es el personaje, no una recreación de la persona a quien interpreta. Incluso podemos afirmar que el personaje deja de ser tal para convertirse en Marlon Brando, máximo grado de posibilidad de riqueza artística: El producto es su artífice, tanto o más que pensar que el artífice construye el producto. Pensar en esta posibilidad cruza la raya del arte para transformarse en una dimensión francamente endemoniada, absolutamente satánica.

Cuando Paul usa la mantequilla casera en la legendaria escena de  El último tango en París  está haciendo apología a la maldad. De igual forma la manera, cuando Vito Corleone utiliza a las personas, representa la exaltación del triunfo del mal. Por eso mi amigo FP sufre: Porque se da cuenta que el cine, que para él es una pasión incomparable, es ejemplificada por un hombre que va de la mano con la maldad. La maldad es la que sale triunfante cada vez que Marlon Brandon se luce en una actuación, dice mi amigo FP

En realidad, hay un error conceptual más profundo que tiene dos aspectos que quiero destacar en este texto.

Lo malo y el talento

Por más que quisiéramos negarlo, el talento y la bondad no tienen nada qué ver. Se puede ser científico, artista o Santo, sin que existan muchas contemplaciones al momento de medir los alcances de una acción humana. No existe un condicionante ético en particular que sea la brújula que guía las cosas, mucho menos las ataduras morales, cuando una de las cosas que precisamente ha hecho avanzar a la humanidad, en términos positivos, es la presencia de transgresores inteligentes que han cuestionado atavismos. y convencionalismos, pudiendo revertir las injusticias más aparatosas con las cuales hemos lidiado por siglos. Genialidades amorales van y vienen conforme pasa el tiempo, dejando su buena semilla sobre la tierra. Lo que sí existe, para fortuna de quienes creemos en el potencial del individuo, son las convicciones de unos cuantos, que son tan aplastantes que terminan por imponerse. No creo que la convicción de alguien sea precisamente un signo de claridad colectiva, sólo es la certeza de un individuo.

El crimen sí paga

Ajeno a la idea de que los malos son necesariamente castigados, sinceramente pienso que unos se salen con la suya y otros no. Paul termina siendo asesinado en  El último tango en París  y Vito Corleone puede morir viejito, pero no puede evitar el sufrimiento de quienes le rodean. ¿Acaso no es por demás ejemplarizante el final de la película “escandaloso” y  El Padrino ? En ambos los malos terminan por pagar sus crueldades, ya sea porque lo sufren en carne propia o porque lo padecen sus seres queridos. En  El último tango en París  y en  El Padrino , vence la moral (y las buenas costumbres), por encima de las posibilidades de transgredir en sentido negativo.

Epílogo de la genialidad

La inteligencia es la base sobre la cual se sustenta el potencial creativo de un ser humano y esa inteligencia puede o no tener límites morales. Lo que hace inteligente o no a una persona no es su alianza con el bien, sino sus posibilidades de alcanzar logros. Cuando la inteligencia se desborda, los logros trascienden en el curso del tiempo y en ocasiones, hasta el propio curso de la historia se modifica.

Es tan molesto para algunos tener que aceptar que el talento puede ser amoral, que uno termina por creer que su intelecto está delimitado por prejuicios. En otras palabras, es de sabio reconocer que ser sabio y ser bueno no tiene nada que ver. No existe relación alguna entre una y otra cosa y tratar de entenderlo, puede que no sea satisfactorio, pero potencialmente puede aclarar el entendimiento.