En estos días que transcurren, a pesar
de mi aislamiento, tengo la percepción de estar escribiendo desde una oficina
de prensa. La velocidad de las informaciones que vamos recibiendo y los
inesperados cambios que va dando el mundo pareciera que van desarrollando una
fuerza vertiginosa que termina por marearnos. Ni siquiera aislándonos en el
bosque podemos escapar al sonido de las embestidas humanas. En medio de eso,
siempre debemos dejar un espacio para pensar. No dejarnos contaminar por las
expresiones malsanas del entorno sigue siendo nuestro deber.
La historia corre
La historia está de lo más apurada,
ella, despeinada y atareada, anda con una lista de cosas para comprar en el
mercado y pobrecita, a la historia se le ha metido en la cabeza la idea de que
no le va a alcanzar el tiempo para lidiar con sus asuntos. Tal vez por su falta
de orden o su exceso de responsabilidad, cree que se puede atesorar cada
momento en el saco de recuerdos colectivos. Pobrecita la historia, ya pareciera
que le va fallando la memoria y no tuviese capacidad de discriminar lo que es
importante de lo que no lo es. La exaltación de lo insípido en ocasiones
atraviesa el espíritu de ciertos tiempos, así como las grandes fogosidades en
las cuales incurre lo humano. Pobre historia, que mientras su mente envejece,
su cuerpo se hace ágil y diligente.
Venezolanos entrando y saliendo
Ya parece una carrera con obstáculos.
Lo de los migrantes venezolanos por el mundo no sólo es un asunto que ha
empeorado, sino que todo sigue indicando que la diáspora es indetenible. Queda
un buen lote por salir de esas tierras a quien el destino o sus protagonistas,
condenaron. Un montón de mis compatriotas andan ahora penando de un lado a
otro. Ha pasado antes que la población de muchos países es más abultada fuera
de su propio territorio que en el lugar de donde inicialmente partieron.
Pueblos enteros han tenido que migrar por las circunstancias adversas que han
enfrentado. Venezuela es uno de esos casos, y por más desordenada que parezca
la historia, las cosas llegan en algún momento a desarrollar un equilibrio. Lo
increíble de la diáspora venezolana es que se hace todo lo posible por forzarla
y no hay ya interés en detenerla. Otros asuntos se hicieron más relevantes.
Lo importante y lo trivial
A veces creo que hay causas
rematadamente insulsas que opacan los verdaderos asuntos a los cuales se
debería dedicar el esfuerzo humano. Imagino que es más fácil lidiar con
ligerezas y sandeces y evitar los temas difíciles. Como quien tratase de
aprobar un examen respondiendo las preguntas fáciles y dejando de lado las
difíciles. Es que a fin de cuentas no hay ningún asunto propio de lo humano que
sea novedoso. Lo que hay son problemas a los cuales les damos el carácter
valorativo dependiendo de cuáles intereses creados tengan más poder en un
momento determinado. La cosa se mueve dependiendo del interés de los que jalen
la soga más fuerte. El que desfallece en este esfuerzo, pierde.
Relajación y firmeza
Relajarse y mantenerse firme ante las
adversidades es el destino inexorable de la persona que trata de hacer el
ejercicio de pensar. Frente al inconmensurable vacío que dejó el fin de las
ideologías, muchos andan desesperados en la vida, tratando de buscar una
brújula que no existe. Otros, por el contrario, sentimos que nos quitamos un
enorme peso de encima y vemos lo ideológico como una tara mental. Gracias al
fin de las ideologías, el sentido de realidad se aclara a nuestros ojos y se
hace más fácil soñar, por consiguiente, somos más libres. Por una paradoja
inédita, ahora nuestros sueños necesariamente se han de materializar en lo
tangible. De todas maneras, sigue siendo libre soñar y es precisamente en ese
terreno, el de lo onírico y lo fantástico, donde se abren múltiples
posibilidades para cultivar la felicidad. La literatura y la filosofía son
espacios para expandir nuestros sueños.
La montaña y los animales
Por estos días, vivo en una cabaña,
ubicada al pie de una montaña, rodeado de seres vivos del bosque y sonidos de
la naturaleza. Me quedan horas para volver a mudarme a la ciudad y trato de
disfrutar este tiempo y este espacio con auténtica devoción. Dentro de pocos
días volveré a hacer la fila del supermercado y tendré que enfrentar el tráfico
automotor de la cotidianidad. Alejado de las personas que no me son afines y
siempre buscando el espacio perfecto para cultivar la amistad, sigo pensando en
la fugacidad de la existencia y lo generosa que puede ser la vida si somos
capaces de ubicarnos en el lugar apropiado. A mi vecino, el cazador, se le
escapó un disparo y perdió un pie. Por el contrario, yo prefiero el sosiego que
me generan mis espacios para la contemplación y el acceso a buenos y nuevos
libros. La lectura siempre es un espacio para la recreación, así como la
escritura lo es para la expiación.
Publicado en varios medios de
comunicación a partir del 09 de octubre de 2023.