domingo, 29 de octubre de 2023

Mundos paralelos

 


Quizá por asuntos propios de mi profesión, he creado paralelismos perfectos e imperfectos con relación a lo que hago con mi vida. Para quienes no conocen nada de mi persona, o quizá conozcan algo, escribo estas líneas a manera de presentación. Un proyecto editorial me solicitó que dejara plasmada algunas cosas con respecto a mis vivencias y en eso se basa este texto.

Mi interés por la lectura comenzó a muy temprana edad. Parte de mi infancia lo viví en los Estados Unidos, lo cual me permitió leer y escribir en forma bilingüe y en casa se hablaba el dialecto siciliano, que lo aprendí de mi abuela materna. Esa multiculturalidad me ha acompañado toda mi vida y de ella estoy formado. Eso me llevó a interesarme por las más disímiles expresiones formativas, las cuales siempre entenderé por civilizatorias en el sentido de que todo hecho cultural de valor, parte de una instancia local y precisamente por ser “local” puede universalizarse. La razón es porque las verdaderas claves que nos unen a los humanos, cuando parten de un sitio y un tiempo en especial, propenden a tener un carácter universal. Empecé leyendo y pronto comencé a escribir. A los dieciocho años ya tenía una columna de prensa y he escrito una docena de libros de narrativa y ensayo.

A los 24 años de edad, ya titulado como Médico Cirujano, comencé a trabajar como médico rural en Abejales, Estado Táchira, Venezuela. Luego estuve ejerciendo en lugares excepcionales, como El Vigía y San Fernando de Apure. Conozco la Venezuela profunda y sus matices.  Esa vivencia cambió mi vida de manera muy radical porque una cosa es estudiar en la universidad y otra ejercer la medicina y hacerla un asunto de vocación. En 1997 me titulé como psiquiatra (Especialista en Psiquiatría), formación que obtuve en la Escuela Vargas de la Universidad Central de Venezuela, lo cual me hizo adentrar en la grandeza y las miserias de lo humano de una manera privilegiada, por cuanto no es frecuente que una profesión lo lleve a uno directo al mundo enredado de los asuntos de la mente.

Regresé a Mérida, la ciudad donde nací y trabajé como psiquiatra a la par de poder desarrollar una carrera de profesor universitario de Psicología en la Universidad de Los Andes. Gané ese cargo por concurso de oposición en justa lid y transité por los escalones de ser profesor instructor, asistente, agregado, asociado y justo cuando iba a ascender como profesor titular y probablemente jubilarme, me vi forzado a migrar de mi país. Tuve que salir corriendo. En Venezuela pude titularme como Locutor en la Universidad Central de Venezuela y en Salud Pública, en la Universidad de Los Andes.

Luego de graduarme de Especialista en Psiquiatría y regresar a Mérida, comencé a estudiar filosofía de manera formal. Los estudios de filosofía los realicé en unos ocho años. Primero hice una maestría de tres años y luego me titulé como Doctor en Filosofía con una tesis que fue premiada, obteniendo mención honorífica, mención publicación y recibió una mención adicional al ser categorizada por el jurado como un aporte valioso a la filosofía. Esa experiencia termina por materializar una manera de ver cuanto me circunda y de cómo voy interpretando las cosas, pero también va a configurar todo sobre lo cual escribo, pues a fin de cuentas, vamos expresando aquello que nos va nutriendo en el curso de nuestras vidas y la combinación entre ser médico psiquiatra con filósofo, es en realidad una expresión de una inquietud intelectual que nos ha marcado y definido.

A la par de mi propensión a la lectura, la escritura, la docencia y la realización de estudios formales, que implica el campo de la investigación, he cultivado el montañismo desde niño, cuando acompañaba a mi padre, en sus labores de botánico a descubrir los lugares más inimaginables en la Sierra Nevada de Mérida. Ese culto por los espacios abiertos, el respeto a la naturaleza y las largas caminatas son parte de mí y se han visto menguadas por una terrible lesión en una de mis rodillas que ha minimizado mis andanzas.

Tratando de desarrollar mundos paralelos, puedo decir que no sé si he logrado mi cometido. Creo que en realidad vamos amalgamando un solo mundo que es aquel del cual estamos hechos y que expresamos en nuestras maneras de comunicarnos. La expresión escrita, la cual se materializa en mi caso en artículos de prensa, libros de ensayos y narraciones que trato de cuidar con esmero, han formado un camino hasta llegar a donde estoy plantado. Una persona que ve al mundo con cincuenta y seis años de edad, habiendo caminado un buen trecho, aderezado por un montón de aventuras que hacen del anecdotario personal un espacio para la reflexión acerca de la vida, sus infortunios y sus instantes de gloria.

Mención especial tiene ese lado de mi naturaleza en el cual he desarrollado la amistad. Soy un agradecido por los amigos que tengo, pero también he venido haciendo un descubrimiento que probablemente no imaginaba que se pudiese dar con fluidez. Resulta que conforme sigo avanzando en el tiempo y recorriendo espacios, voy conociendo gente nueva y los lazos de camaradería y afecto se siguen ensanchando.  



Publicado en varios medios de comunicación a partir del domingo 29 de octubre de 2023. 

domingo, 22 de octubre de 2023

El mundo se mueve

 


No hay manera de que en el mundo las cosas se detengan, incluso las cosas pueden adquirir un dinamismo que solo genera vértigo por la incapacidad de procesar tanta intensidad propia de lo humano. De actores pasamos a simples espectadores en un abrir y cerrar de ojos, lo cual puede en ocasiones, producir confusión, cuando no desgano. Al colocarle la lupa a tanto movimiento, creo que lo que se desprende es una sensación de mareo que nos impide ver mejor las cosas buenas que nos rodean. En ocasiones es recomendable usar mejores anteojos.

Entre los árboles del bosque

Tal vez por esa sensación de velocidad, que en ocasiones puede ser incómoda, decidí meterme de cabeza a estudiar la Antología en Verso y Prosa de la escritora chilena Gabriela Mistral, en Edición Conmemorativa de las Academias de la Lengua Española impresa en 2010. Sobre el interés que me ha despertado esta autora trataré de escribir más adelante, si las circunstancias me lo permiten. Mientras tanto, leo sus libros con un interés tan genuino como tantas veces me ha ocurrido con aquellos autores a quienes voy descubriendo sin haber tenido la sospecha de la enorme riqueza que encerraban sus textos. Leyendo a Gabriela Mistral no sólo voy explorando a un autor y sus intereses, que en ocasiones se hacen compartidos, sino que me voy adentrando en las claves que me permiten comprender el país llamado Chile, su devenir histórico y las características culturales que van apareciendo como una especie de código secreto que permite la interpretación sólo si tenemos acceso a las combinaciones que pueden descifrar las oraciones de los textos. En eso ando en estos tiempos agitados, mientras cierto sosiego hace de las suyas en mi mundo interior.

La planificación de la vida social

Por solicitud de mi esposa y como una tarea que estoy cumpliendo de manera rigurosa, estoy trabajando en ampliar los horizontes de mi vida social. De ahí que tengo semanas de fiesta en fiesta y celebración en celebración tratando de conocer gente nueva, retomando los amigos con los que había perdido contacto y por encima de todo, bebiendo los buenos vinos que nos regala la tierra chilena, disfrutando de la cada vez más autóctona y vernácula gastronomía que ya ha transformado mi paladar al punto de haber aprendido a disfrutar de sabores con los cuales no pensé que pudiese congeniar y por encima de todo, estoy dedicado a bailar. En definitiva, entre los escurridizos pasajes de nuestra presencia en estas tierras, la celebración de la existencia debería ser uno de los destinos de rigor para cualquier persona que tenga un mínimo de valoración por la vida.

Paz y amor

Me parecen muy admirables las personas que están dispuestas a dar su vida por su patria. No pertenezco a ese grupo de gente porque en mí domina un nihilismo que me impide resonar con causas tan estrambóticas y etéreas como esos conceptos. Creo y soy un defensor de la necesidad de la existencia de las libertades individuales como aspectos que no pueden ser cuestionados en un sistema mínimamente respetuoso de lo humano. El problema es que cuando nos enfrentamos a un “otro” que no cree ni en la democracia, ni en la ley, ni en el respeto la vida, entonces tal vez la necesidad de salvaguardar nuestra existencia se pone como algo prioritario a esos ideales tan grandilocuentes como “patriotismo” y otros conceptos que a mi juicio son completamente inasibles. Creo en la gran patria mundial de la cual me puedo surtir en su infinitud de vertederos y en la universalidad del amor como una manera de cultivar y practicar la paz. En eso creo.

Derrotas dignas, vencedores sin gloria

Producto de una sociedad en donde se podía perder dignamente precisamente porque se perdía y se vencía si se hacía a través de las maneras más abominables pensables, definitivamente soy de los que prefiere una derrota con dignidad por encima de un triunfo empantanado por la ausencia de gloria. A fin de cuentas, en muchísimas ocasiones pensamos que estamos perdiendo cuando en realidad vencemos y viceversa. De esa manera de ver y entender cuanto me circunda sigue avanzando la aventura de mi vida, que lejos de detenerse, me empuja una y mil veces a seguir adelante; ya sin la prisa de antes, pero sin detenerme en ningún momento. De ahí que los recorridos se han hecho más amplios y las zancadas más largas. En mi burbuja personal, que cada día que transcurre veo que es menos personal de lo que creía, hay espacio para los estrechones de manos, los abrazos afectuosos y las buenas conversaciones entre personas que se respetan, se quieren y hasta se admiran entre sí. Un nuevo regalo de la vida en medio de tantas aparentes derrotas a las que tenemos que voltear y verle la mejor cara. Una señora trata de cruzar la calle mientras vengo de una reunión con buenos amigos y del brazo, la ayudo a llegar a la otra acera. Su sonrisa y agradecimiento tal vez sean suficientes para justificar un momento, una historia o incluso una vida.




Publicado en varios medios de comunicación a partir del lunes 23 de octubre de 2023.


domingo, 15 de octubre de 2023

Secuencia y consecuencia

 

La historia sirve para recrearnos en relación con un montón de asuntos que nos llevan hasta el presente. Una de las cosas más interesantes de acercarse a las tramas propias de la historia es la posibilidad de entender los hechos en un contexto determinado. Ese contexto, por supuesto, lleva a una secuencia de fenómenos a través de los cuales podemos entender las cosas y lo que ha ocurrido. Viéndolo de esta manera, la historia puede ser de utilidad para abultar los elementos que permiten conocer un fenómeno determinado, sacar conclusiones e incluso formular puntos de vista personales. De ahí la gente se crea sus propias opiniones.

Opiniones las tiene cualquiera

De esta manera, cualquiera emite una opinión. Si la opinión es de carácter político, no tiene mucha relevancia porque opinar desde lo político no requiere mayor inteligencia. Es simplemente esgrimir un punto de vista que parte de los prejuicios que se tienen en relación con las cosas. Un prejuicio es una idea previa que se elabora antes de que ocurra un determinado fenómeno. Cuando nos ponemos en contacto con un hecho determinado, nuestro prejuicio (juicio previo elaborado) se conecta con lo que vemos, queremos o podemos ver. Se trata de un asunto de percepción selectiva. Muchas veces, por nuestros juicios previos (prejuicios), tomamos una posición. A mi parecer, eso no tiene mucho valor, pero es lo que mueve de un lado a otro los fenómenos sociales.

Estallidos sociales y otras trivialidades

El ejemplo más interesante de las dinámicas sociales de carácter aparatoso y dramático lo constituyen los muy recurrentes “estallidos sociales”. Como fenómenos de explosión colectiva tienden a ser recurrentes en el curso del tiempo y salvo que se transformen en una guerra (sea civil o militar), estos estallidos como tal tienen cierto carácter que, si bien no podríamos categorizar como “normales”, si podemos llegar a entender que son frecuentes. Ocurren en cualquier parte del mundo, tanto en sociedades avanzadas como en sociedades primitivas. La duración de estos fenómenos está delimitada porque en general, se autorregulan y se autolimitan. A lo sumo, estos fenómenos tienen una duración de tres meses y medio en promedio. Cuando la clase política es capaz de canalizar un estallido social a través de “una salida política”, como por ejemplo el voto, ese impulso inicial, propio de los asuntos de las masas, pierde potencia y se regulariza a través de formas civilizadas de resolución de conflictos. De estallidos sociales al menos he tenido la experiencia de vivir dos, con manejos políticos diferentes (antagónicos) y resultados distintos. Todo el peso de estas dinámicas recae en la clase política pensante y su capacidad de tomar decisiones pensando en lo mejor para la mayoría (la que es capaz de vivir en sociedad).

Ruptura histórica

Hay casos en la historia en los cuales ocurre un quiebre. A mi juicio, en esas situaciones, pareciera como si se ensamblasen asuntos pendientes que quedan como anillo al dedo para que la historia se parta en dos y la salida política, que he asomado como un asunto regulador de conflictos, desemboque en la peor de todas las opciones que es la guerra. Una vez que se abre esa puerta, lo peor de lo humano aparece y la necesidad de someter al otro y derrotarlo sin ambages y de la manera más aplastante se hace presente. En los asuntos de guerra, no hay otro imperativo diferente que vencer (a la guerra se va para vencer o de lo contrario no se iría a la guerra). En los casos de guerra, la historia da un giro asombroso y las cosas que bien pudieron en el pasado haberse resuelto de otra manera, asumen la dimensión propia de lo peor del horror y las atrocidades estarán a flor de piel. A fin de cuentas, los héroes de guerras son quienes sean capaces de desarrollar las acciones más temerarias, muchas de las cuales necesariamente serán las más crueles. En el contexto guerrerista el asesino se transforma en héroe y por sus hazañas será recompensado y elevado.

El fin de la guerra

Una vez que se entra en guerra, el fin último es la aniquilación del contrario, el sometimiento de éste, el poseer sus pertenencias, sus riquezas, su territorio o si fuera el caso destruirlas y provocar un dolor tal que su recuperación deberá ser muy lenta o posiblemente no sea factible esa recuperación si la contundencia de lo bélico logra el fin último que es acabar con el poder beligerante del enemigo. Es difícil que haya un empate bélico, pero sin duda y eso lo sabemos de sobra, hay guerras en las cuales no hay ningún vencedor. En otras, por el contrario, se da que un grupo somete al otro hasta hacerlo desaparecer, sino en su totalidad, al menos en su capacidad de ser una amenaza. Los países que invirtieron en armas y en tecnología son los que llevan la delantera en poderío y los que no lo hicieron se quedaron rezagados. Sería interesante saber, cuáles son más felices: Si los conglomerados que viven para la lucha o aquellos que aparentemente llevan una vida menos confrontativa y con mayor sosiego, o por lo menos aparente placidez.

 

Publicado en varios medios de comunicación a partir del 15 de octubre de 2023.


lunes, 9 de octubre de 2023

Crónicas de un reportero

 

En estos días que transcurren, a pesar de mi aislamiento, tengo la percepción de estar escribiendo desde una oficina de prensa. La velocidad de las informaciones que vamos recibiendo y los inesperados cambios que va dando el mundo pareciera que van desarrollando una fuerza vertiginosa que termina por marearnos. Ni siquiera aislándonos en el bosque podemos escapar al sonido de las embestidas humanas. En medio de eso, siempre debemos dejar un espacio para pensar. No dejarnos contaminar por las expresiones malsanas del entorno sigue siendo nuestro deber.

La historia corre

La historia está de lo más apurada, ella, despeinada y atareada, anda con una lista de cosas para comprar en el mercado y pobrecita, a la historia se le ha metido en la cabeza la idea de que no le va a alcanzar el tiempo para lidiar con sus asuntos. Tal vez por su falta de orden o su exceso de responsabilidad, cree que se puede atesorar cada momento en el saco de recuerdos colectivos. Pobrecita la historia, ya pareciera que le va fallando la memoria y no tuviese capacidad de discriminar lo que es importante de lo que no lo es. La exaltación de lo insípido en ocasiones atraviesa el espíritu de ciertos tiempos, así como las grandes fogosidades en las cuales incurre lo humano. Pobre historia, que mientras su mente envejece, su cuerpo se hace ágil y diligente.

Venezolanos entrando y saliendo

Ya parece una carrera con obstáculos. Lo de los migrantes venezolanos por el mundo no sólo es un asunto que ha empeorado, sino que todo sigue indicando que la diáspora es indetenible. Queda un buen lote por salir de esas tierras a quien el destino o sus protagonistas, condenaron. Un montón de mis compatriotas andan ahora penando de un lado a otro. Ha pasado antes que la población de muchos países es más abultada fuera de su propio territorio que en el lugar de donde inicialmente partieron. Pueblos enteros han tenido que migrar por las circunstancias adversas que han enfrentado. Venezuela es uno de esos casos, y por más desordenada que parezca la historia, las cosas llegan en algún momento a desarrollar un equilibrio. Lo increíble de la diáspora venezolana es que se hace todo lo posible por forzarla y no hay ya interés en detenerla. Otros asuntos se hicieron más relevantes.

Lo importante y lo trivial

A veces creo que hay causas rematadamente insulsas que opacan los verdaderos asuntos a los cuales se debería dedicar el esfuerzo humano. Imagino que es más fácil lidiar con ligerezas y sandeces y evitar los temas difíciles. Como quien tratase de aprobar un examen respondiendo las preguntas fáciles y dejando de lado las difíciles. Es que a fin de cuentas no hay ningún asunto propio de lo humano que sea novedoso. Lo que hay son problemas a los cuales les damos el carácter valorativo dependiendo de cuáles intereses creados tengan más poder en un momento determinado. La cosa se mueve dependiendo del interés de los que jalen la soga más fuerte. El que desfallece en este esfuerzo, pierde.

Relajación y firmeza

Relajarse y mantenerse firme ante las adversidades es el destino inexorable de la persona que trata de hacer el ejercicio de pensar. Frente al inconmensurable vacío que dejó el fin de las ideologías, muchos andan desesperados en la vida, tratando de buscar una brújula que no existe. Otros, por el contrario, sentimos que nos quitamos un enorme peso de encima y vemos lo ideológico como una tara mental. Gracias al fin de las ideologías, el sentido de realidad se aclara a nuestros ojos y se hace más fácil soñar, por consiguiente, somos más libres. Por una paradoja inédita, ahora nuestros sueños necesariamente se han de materializar en lo tangible. De todas maneras, sigue siendo libre soñar y es precisamente en ese terreno, el de lo onírico y lo fantástico, donde se abren múltiples posibilidades para cultivar la felicidad. La literatura y la filosofía son espacios para expandir nuestros sueños.

La montaña y los animales

Por estos días, vivo en una cabaña, ubicada al pie de una montaña, rodeado de seres vivos del bosque y sonidos de la naturaleza. Me quedan horas para volver a mudarme a la ciudad y trato de disfrutar este tiempo y este espacio con auténtica devoción. Dentro de pocos días volveré a hacer la fila del supermercado y tendré que enfrentar el tráfico automotor de la cotidianidad. Alejado de las personas que no me son afines y siempre buscando el espacio perfecto para cultivar la amistad, sigo pensando en la fugacidad de la existencia y lo generosa que puede ser la vida si somos capaces de ubicarnos en el lugar apropiado. A mi vecino, el cazador, se le escapó un disparo y perdió un pie. Por el contrario, yo prefiero el sosiego que me generan mis espacios para la contemplación y el acceso a buenos y nuevos libros. La lectura siempre es un espacio para la recreación, así como la escritura lo es para la expiación. 

 

Publicado en varios medios de comunicación a partir del 09 de octubre de 2023.



domingo, 1 de octubre de 2023

El pececito

 


Básicamente, todo lo que sé lo aprendí en la mesa. Me refiero a lo aprendido como sistema de valores, creencias y elementos atinentes a mi manera de conducirme. No en vano se es hijo de una italiana del sur del sur de Sicilia, pues la cultura mediterránea en términos clásicos apuesta a la familia como fuente de amor y fortaleza, además de cultivar vínculos en torno a la buena comida y a intercambiar experiencias cotidianas propias del día a la hora de comer. La mesa, la comida, la buena cocina, las bases de lo que uno termina siendo como persona y, por supuesto, la siembra de los valores. Todo eso inseparable al antiguo concepto primitivo de hogar. De hecho, la mesa ha sido mi más importante escuela. Los distractores sanos y el compartir en familia suelen generar bienestar.

En una ocasión, comentando en un almuerzo el libro del excelso escritor siciliano Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957) titulado El gatopardo, surgió un debate (tertulia) acerca de las características de los cambios propios a las dinámicas sociales y los mecanismos adaptativos que nos permiten enfrentarlos. En el libro El gatopardo, el tema de los valores es asumido de manera aguda, tanto desde la ética como desde la cotidianidad (praxis). Estudiar este texto de Lampedusa siempre es pertinente, no solo por sus abrumadoras enseñanzas, sino por lo bien escrito que está. Libro de gran valor filosófico y moral, muestra “sin ambages” cómo se enfrentaron ciertas realidades. Es curioso cómo tanta gente repite su emblemática frase sin tener claro el espíritu que se acuña en ella, pero eso será tema para otro trabajo. Lo cierto es que se trata de una genialidad que aborda, entre otras cosas, cómo el apegarse al sistema de valores sirve de protección frente a los cambios inseparables a las dinámicas históricas de los pueblos.

Recuerdo que la conversación tornó un giro polémico, y mi padre, con habilidad, contó la historia de “el pececito”, logrando sosegar las bravuras. Cuando las ocupaciones me embargan, vale la pena volver a esta anécdota de mesa para recrear un tiempo que ya no existe, pero que dejó sembrada la implacable costumbre de comer siempre en familia y de intercambiar las más variadas historias entre quienes nos profesamos amor.

Este es el asunto:

“Era un pez cebra y vivía en un frasco de mayonesa de los grandes. Nos lo había regalado un tío y durante doce años no le cambiamos el agua del envase en donde vivía. Se veía saludable y jamás le aplicamos ningún fungicida o antibacteriano de esos que se suelen echar a las peceras. Los restos de comida se pegaban en los bordes del frasco y nunca presentó enfermedad alguna. A pesar de que la comida se empichaba y los hongos proliferaban, el pez daba muestras de una salud resplandeciente. Solía nadar con una placidez y calma que invitaba a que lo observásemos durante horas. Conforme iban pasando los días, el agua se iba evaporando y cuando a uno de los miembros de la familia nos parecía que ya se estaba reduciendo mucho su territorio acuífero, solíamos echarle una olla de agua que se mezclaba con la que ya tenía el frasco y el pez se veía contento mientras hacía acrobacias en su hogar. La ‘pecera’ se iba poniendo verde según pasaba el tiempo y uno que otro caracol de vida fugaz solía limpiar el vidrio hasta volverlo a poner transparente. ¡¡Cómo nos encantaba ese pececito!!

En esos doce años nos fuimos de vacaciones durante más de un mes en varias oportunidades y le echábamos el equivalente a la comida que necesitaba durante nuestra ausencia. Cuando regresábamos solíamos impresionarnos de cómo había aumentado de peso y lo vivo que se volvían los colores de su cuerpo. De verdad que era agradable el pez y cada uno de nosotros lo fue llamando conforme le pareciera el nombre adecuado para el pececito. Es así como mi hermano lo llamaba Eugenio, mi hermana le decía Flipper, mi padre le llamaba ‘la trucha’ y mamá le decía ‘el pececito’. Yo solía llamarlo ‘Lacan’... por aquello de ‘la importancia del silencio’.

Cuando alguna visita llegaba a casa, solía preguntarnos por los familiares y amigos cercanos y siempre preguntaban por el pececito, tan importante y conocido era. Un amigo biólogo marino se interesó en él y quería hacerle estudios o qué sé yo. La voluntad de mi padre se hizo sentir: ‘Prohibido meterse con la trucha’.

Todo iba bien con nuestro pez hasta que ocurrió lo inevitable. No me acuerdo quién fue, pero a alguno de nosotros se le ocurrió que sería prudente lavarle el frasco con el argumento de que ‘la pecera estaba sucia’. Fue cuestión de segundos. Una vez que se le lavó el frasco, al momento de introducirlo en el agua, el pez dio un giro y quedó muerto de manera fulminante. Lo sentimos.”

A veces, cuando a alguno de los miembros de mi familia se le meten la cabeza la idea de provocar un cambio en su manera de conducirse, suele escucharse el grito familiar de: ¡¡Acuérdate de lo que le pasó al pececito!! Cosas que uno aprende, pues. 


Publicado en varios medios de comunicación a partir del 01 de octubre de 2023.

Ilustración: @odumont