Quizá por asuntos propios de mi
profesión, he creado paralelismos perfectos e imperfectos con relación a lo que
hago con mi vida. Para quienes no conocen nada de mi persona, o quizá conozcan
algo, escribo estas líneas a manera de presentación. Un proyecto editorial me
solicitó que dejara plasmada algunas cosas con respecto a mis vivencias y en
eso se basa este texto.
Mi interés por la lectura comenzó a muy
temprana edad. Parte de mi infancia lo viví en los Estados Unidos, lo cual me
permitió leer y escribir en forma bilingüe y en casa se hablaba el dialecto
siciliano, que lo aprendí de mi abuela materna. Esa multiculturalidad me ha
acompañado toda mi vida y de ella estoy formado. Eso me llevó a interesarme por
las más disímiles expresiones formativas, las cuales siempre entenderé por
civilizatorias en el sentido de que todo hecho cultural de valor, parte de una
instancia local y precisamente por ser “local” puede universalizarse. La razón
es porque las verdaderas claves que nos unen a los humanos, cuando parten de un
sitio y un tiempo en especial, propenden a tener un carácter universal. Empecé
leyendo y pronto comencé a escribir. A los dieciocho años ya tenía una columna
de prensa y he escrito una docena de libros de narrativa y ensayo.
A los 24 años de edad, ya titulado como
Médico Cirujano, comencé a trabajar como médico rural en Abejales, Estado
Táchira, Venezuela. Luego estuve ejerciendo en lugares excepcionales, como El
Vigía y San Fernando de Apure. Conozco la Venezuela profunda y sus
matices. Esa vivencia cambió mi vida de manera muy radical porque una
cosa es estudiar en la universidad y otra ejercer la medicina y hacerla un
asunto de vocación. En 1997 me titulé como psiquiatra (Especialista en
Psiquiatría), formación que obtuve en la Escuela Vargas de la Universidad
Central de Venezuela, lo cual me hizo adentrar en la grandeza y las miserias de
lo humano de una manera privilegiada, por cuanto no es frecuente que una
profesión lo lleve a uno directo al mundo enredado de los asuntos de la mente.
Regresé a Mérida, la ciudad donde nací
y trabajé como psiquiatra a la par de poder desarrollar una carrera de profesor
universitario de Psicología en la Universidad de Los Andes. Gané ese cargo por
concurso de oposición en justa lid y transité por los escalones de ser profesor
instructor, asistente, agregado, asociado y justo cuando iba a ascender como
profesor titular y probablemente jubilarme, me vi forzado a migrar de mi país.
Tuve que salir corriendo. En Venezuela pude titularme como Locutor en la
Universidad Central de Venezuela y en Salud Pública, en la Universidad de Los
Andes.
Luego de graduarme de Especialista en
Psiquiatría y regresar a Mérida, comencé a estudiar filosofía de manera formal.
Los estudios de filosofía los realicé en unos ocho años. Primero hice una
maestría de tres años y luego me titulé como Doctor en Filosofía con una tesis
que fue premiada, obteniendo mención honorífica, mención publicación y recibió
una mención adicional al ser categorizada por el jurado como un aporte valioso
a la filosofía. Esa experiencia termina por materializar una manera de ver
cuanto me circunda y de cómo voy interpretando las cosas, pero también va a
configurar todo sobre lo cual escribo, pues a fin de cuentas, vamos expresando
aquello que nos va nutriendo en el curso de nuestras vidas y la combinación
entre ser médico psiquiatra con filósofo, es en realidad una expresión de una
inquietud intelectual que nos ha marcado y definido.
A la par de mi propensión a la lectura,
la escritura, la docencia y la realización de estudios formales, que implica el
campo de la investigación, he cultivado el montañismo desde niño, cuando
acompañaba a mi padre, en sus labores de botánico a descubrir los lugares más
inimaginables en la Sierra Nevada de Mérida. Ese culto por los espacios
abiertos, el respeto a la naturaleza y las largas caminatas son parte de mí y
se han visto menguadas por una terrible lesión en una de mis rodillas que ha minimizado
mis andanzas.
Tratando de desarrollar mundos
paralelos, puedo decir que no sé si he logrado mi cometido. Creo que en
realidad vamos amalgamando un solo mundo que es aquel del cual estamos hechos y
que expresamos en nuestras maneras de comunicarnos. La expresión escrita, la
cual se materializa en mi caso en artículos de prensa, libros de ensayos y
narraciones que trato de cuidar con esmero, han formado un camino hasta llegar
a donde estoy plantado. Una persona que ve al mundo con cincuenta y seis años
de edad, habiendo caminado un buen trecho, aderezado por un montón de aventuras
que hacen del anecdotario personal un espacio para la reflexión acerca de la
vida, sus infortunios y sus instantes de gloria.
Mención especial tiene ese lado de mi
naturaleza en el cual he desarrollado la amistad. Soy un agradecido por los
amigos que tengo, pero también he venido haciendo un descubrimiento que
probablemente no imaginaba que se pudiese dar con fluidez. Resulta que conforme
sigo avanzando en el tiempo y recorriendo espacios, voy conociendo gente nueva
y los lazos de camaradería y afecto se siguen ensanchando.
Publicado en varios medios de comunicación a partir del domingo 29
de octubre de 2023.