No hay manera de que en el mundo las
cosas se detengan, incluso las cosas pueden adquirir un dinamismo que solo
genera vértigo por la incapacidad de procesar tanta intensidad propia de lo
humano. De actores pasamos a simples espectadores en un abrir y cerrar de ojos,
lo cual puede en ocasiones, producir confusión, cuando no desgano. Al colocarle
la lupa a tanto movimiento, creo que lo que se desprende es una sensación de
mareo que nos impide ver mejor las cosas buenas que nos rodean. En ocasiones es
recomendable usar mejores anteojos.
Entre los árboles del bosque
Tal vez por esa sensación de velocidad,
que en ocasiones puede ser incómoda, decidí meterme de cabeza a estudiar la
Antología en Verso y Prosa de la escritora chilena Gabriela Mistral, en Edición
Conmemorativa de las Academias de la Lengua Española impresa en 2010. Sobre el
interés que me ha despertado esta autora trataré de escribir más adelante, si
las circunstancias me lo permiten. Mientras tanto, leo sus libros con un
interés tan genuino como tantas veces me ha ocurrido con aquellos autores a
quienes voy descubriendo sin haber tenido la sospecha de la enorme riqueza que
encerraban sus textos. Leyendo a Gabriela Mistral no sólo voy explorando a un
autor y sus intereses, que en ocasiones se hacen compartidos, sino que me voy
adentrando en las claves que me permiten comprender el país llamado Chile, su
devenir histórico y las características culturales que van apareciendo como una
especie de código secreto que permite la interpretación sólo si tenemos acceso
a las combinaciones que pueden descifrar las oraciones de los textos. En eso
ando en estos tiempos agitados, mientras cierto sosiego hace de las suyas en mi
mundo interior.
La planificación de la vida social
Por solicitud de mi esposa y como una
tarea que estoy cumpliendo de manera rigurosa, estoy trabajando en ampliar los
horizontes de mi vida social. De ahí que tengo semanas de fiesta en fiesta y
celebración en celebración tratando de conocer gente nueva, retomando los
amigos con los que había perdido contacto y por encima de todo, bebiendo los
buenos vinos que nos regala la tierra chilena, disfrutando de la cada vez más
autóctona y vernácula gastronomía que ya ha transformado mi paladar al punto de
haber aprendido a disfrutar de sabores con los cuales no pensé que pudiese
congeniar y por encima de todo, estoy dedicado a bailar. En definitiva, entre
los escurridizos pasajes de nuestra presencia en estas tierras, la celebración
de la existencia debería ser uno de los destinos de rigor para cualquier
persona que tenga un mínimo de valoración por la vida.
Paz y amor
Me parecen muy admirables las personas
que están dispuestas a dar su vida por su patria. No pertenezco a ese grupo de
gente porque en mí domina un nihilismo que me impide resonar con causas tan
estrambóticas y etéreas como esos conceptos. Creo y soy un defensor de la
necesidad de la existencia de las libertades individuales como aspectos que no
pueden ser cuestionados en un sistema mínimamente respetuoso de lo humano. El
problema es que cuando nos enfrentamos a un “otro” que no cree ni en la
democracia, ni en la ley, ni en el respeto la vida, entonces tal vez la
necesidad de salvaguardar nuestra existencia se pone como algo prioritario a
esos ideales tan grandilocuentes como “patriotismo” y otros conceptos que a mi
juicio son completamente inasibles. Creo en la gran patria mundial de la cual
me puedo surtir en su infinitud de vertederos y en la universalidad del amor
como una manera de cultivar y practicar la paz. En eso creo.
Derrotas dignas, vencedores sin gloria
Producto de una sociedad en donde se
podía perder dignamente precisamente porque se perdía y se vencía si se hacía a
través de las maneras más abominables pensables, definitivamente soy de los que
prefiere una derrota con dignidad por encima de un triunfo empantanado por la
ausencia de gloria. A fin de cuentas, en muchísimas ocasiones pensamos que
estamos perdiendo cuando en realidad vencemos y viceversa. De esa manera de ver
y entender cuanto me circunda sigue avanzando la aventura de mi vida, que lejos
de detenerse, me empuja una y mil veces a seguir adelante; ya sin la prisa de
antes, pero sin detenerme en ningún momento. De ahí que los recorridos se han
hecho más amplios y las zancadas más largas. En mi burbuja personal, que cada
día que transcurre veo que es menos personal de lo que creía, hay espacio para
los estrechones de manos, los abrazos afectuosos y las buenas conversaciones
entre personas que se respetan, se quieren y hasta se admiran entre sí. Un
nuevo regalo de la vida en medio de tantas aparentes derrotas a las que tenemos
que voltear y verle la mejor cara. Una señora trata de cruzar la calle mientras
vengo de una reunión con buenos amigos y del brazo, la ayudo a llegar a la otra
acera. Su sonrisa y agradecimiento tal vez sean suficientes para justificar un
momento, una historia o incluso una vida.
Publicado en varios medios de comunicación a
partir del lunes 23 de octubre de 2023.