Puede ser
chocante aclarar el asunto del equilibrio. La premisa de que estamos en un
sistema que tiene elementos propios que permiten limitar y regular cuanto
ocurre, pareciera sacada de la ciencia ficción. Desde Heráclito se ha planteado la idea de que
un asunto tiene su contrario, razón por la cual, si vemos con amplitud de
pensamiento el problema del equilibrio, la naturaleza es un sistema en donde se
genera mesura porque hay normas que funcionan como leyes básicas, por ejemplo,
que el pez grande se coma al pez chico.
Equilibrio
de la naturaleza
Si un ave
tiene dos crías y una de ellas tiene un defecto, la madre ave la arrojará del
nido y garantizará que muera, para que el resultado sea que la otra cría, la
sana, tenga mayores posibilidades de sobrevivir. En la naturaleza se prioriza
la supervivencia del más fuerte o el más apto. Al deshacerse de la cría
defectuosa, la cría sana tendrá más alimentos y mejores cuidados. La naturaleza
le apuesta a los que tienen mayores posibilidades de vivir y la energía se
dirige a este fin. No hacerlo de esa manera es un desperdicio energético.
Equilibrio
de lo humano
El ser
humano rompe con este equilibrio, lo cual es sinónimo de romper con la
naturaleza. Si la madre humana tiene dos hijos y uno nace enfermo, es muy
probable que destine gran parte de su energía en apoyar a quien tiene menos
posibilidades de sobrevivir, que vendría a ser el enfermo. Al invertir la
manera como se dirige la energía, lo “débil” se perpetúa en el tiempo. Esa
ruptura con la naturaleza es el gran quiebre de lo humano en relación con los
demás seres vivos. Lo vemos en la vida cotidiana, pero particularmente en la
conducta gregaria, aquella que se da en grupos y formas de organización social.
Al contrario de los demás seres vivos, es tan propio de lo humano el desafiar
las leyes de la naturaleza que es precisamente ese el elemento que más lo
define. El desarrollo de las ciudades es uno de los más tangibles ejemplos de
ese quiebre.
El mundo en
equilibrio
Al haber
una estructura animal de base con una socialización que va en contra de las
leyes de la naturaleza, el equilibrio humano también se da, pero de otra
manera. Precisamente la idea de entender que lo humano está equilibrado es la
base de este texto. Por eso, es tan bueno que exista justicia como inevitable
el hecho de que no exista, porque ambas dimensiones construyen el equilibrio humano.
De ahí que cuando deseamos loablemente la paz, se hace de la misma manera
inevitable que exista la guerra porque tal dimensión, la de crear un equilibrio
entre nosotros, se maneja con una lógica diferente a la que vemos en otras
especies animales. El ser humano es un animal que intenta justificar lo que
hace a través de lo argumentativo. Es lo argumentativo y nunca lo racional, lo
que condiciona la manera que tenemos de ver las cosas.
Argumentos
y razones
Lo
argumentativo se basa en lo discursivo. De esta manera, podemos dar por ciertas
un montón de creencias que tienen que ver con la moral y las costumbres que se
practican en un tiempo y en un lugar. El argumento, que es un tipo de
razonamiento cercano a la opinión y que generalmente no tiene fundamentos racionales,
es la base de cualquier creencia. Al predominar las creencias y al expresarse
las mismas a través del discurso, los humanos estamos marcados por el sino de
estar encadenados a un montón de falsedades que tratamos de defender, porque
son las que tienden a dar sentido a lo que vemos y sentimos. El argumento o el
discurso (es lo mismo), trastoca permanentemente la realidad. Por eso, se
repite insistentemente esa babosada de que “el lenguaje construye realidades”
que es lo mismo que decir “el lenguaje falsea realidades”.
La falsedad
del discurso
El lenguaje
se basa en generar trampas deslumbrantes que enceguecen al sujeto y le hacen
pensar y soñar. En general, lo discursivo es una manera falaz de hacernos
sentir en el universo, porque nada es tan alejado de lo humano como el apego a
la racionalidad. Tanto el desapego a lo real como la necesidad de construir
espacios de falsedades son propios de nuestra naturaleza. Una naturaleza muy
particular en donde se premia a quien se apega a la falacia de la existencia a
través de lo discursivo.
Equilibrios
precarios
Vivimos en un aparente equilibrio precario que en realidad es la manera como las personas conseguimos estar en equilibrio. El discurso de un combatiente es idéntico al de su contrario y defienden la causa que les conviene a cada uno. El gran ejercicio de la filosofía es plantarse por encima de todo para poder verlo con mayor claridad. Mientras tanto, nos embelesamos con nuestras estrategias para mitigar lo que somos y cultivamos las cosas que consideramos hermosas como el arte, la palabra escrita de manera armónica, la poesía, la música y tantas, pero tantas maneras de tratar de sentirnos confortables en esta suerte de experimento eterno que somos.
Santiago, 21
de abril de 2024.
Publicado en varios medios de comunicación a partir del 21 de abril de 2024.