Uno de los peligros
relacionados con la búsqueda del sentido de la vida es perderse en el camino. En
esa búsqueda, que es una mezcla entre descubrimientos propios y lo consensuado
socialmente, no está ausente el aferrarse a fórmulas un tanto descabelladas que
generan sosiego en las personas. Si una forma de conceptuar la existencia es
generadora de paz, no debe ser criticada a menos que perjudique a otras
personas. De ahí que quien le encuentra sentido a su vida debería lograr cierta
estabilidad que le permita aliviar el potencial peso de la existencia.
El
pensamiento religioso
Cualquier fórmula
que intente dar sentido a la vida bajo el cobijo de ideas religiosas, es una
conceptuación primitiva que se sustenta en varios postulados que, a pesar de no
ser demostrables, son útiles para las personas. De ahí que por más esfuerzos
que se intenten hacer, y por una razón primitiva, las religiones, en general, funcionan
de la misma manera. La propuesta básica es que existe un ente o figura o fuerza
superior que marca el destino de lo humano y que, bajo postulados morales, debe
guiar el destino de cada sujeto. La idea de un pasado idealizado, un presente duro
y un futuro que puede ser lo mejor que existe es una receta propia del
pensamiento religioso. En definitiva, funciona más o menos de la misma manera,
independientemente de la creencia que arropemos.
Pasado,
presente y futuro
El
pensamiento religioso se sustenta en que existió un pasado maravilloso; el
presente puede llegar a ser un tormento y la paz se alcanza con la
trascendencia en función del futuro. Esta visión o manera de conceptuar las
cosas, de carácter primitivo y hasta rancio es una fórmula que propende a
extenderse en la manera total de pensar de las personas. Desde la forma en que
abordamos aquello en lo cual creemos hasta la propia conceptuación de lo
científico, están marcados en su esencia por elementos propios del pensamiento
religioso. De la misma manera funcionan las ideologías, al tener por ciertas
algunas verdades a las cuales no se nos permite refutar. Si no es refutable una
manera de conceptuar los asuntos, se trata de una fórmula religiosa de pensar, que,
en definitiva, genera tranquilidad en los sujetos.
El
pensamiento filosófico y la utilidad de este
El
pensamiento de carácter filosófico, asumido como saber de los saberes, trata de
entender los artilugios y atajos que el ser humano elabora para que su vida
tenga algún sentido. En esta dirección, a efectos de dar consistencia a
nuestras vidas, nos apegamos a las religiones, las costumbres de representación
moral, las cosas a las cuales le damos el carácter de valor y conceptos como el
patriotismo, por ejemplo, que originalmente puede ser la necesidad de defender
nuestros propios espacios de existencia y de cómo luego, dependiendo de nuestras
necesidades, le vamos dando una connotación valorativa y trascendencia que
llegan a justificar desmanes y grandes tragedias. Así es y ha sido lo humano,
determinado en su esencia por la necesidad de supervivencia colectiva que atañe
elementos que van desde lo antropológico hasta lo cultural, incluso las modas.
El doble
anclaje
Si lanzamos
un par de anclas en relación con darle sentido a la vida, puede que la fórmula
se resuma en dos aspectos. El primero es que la vida, para adquirir una
dimensión con sentido, debe tener una postura de trascendencia en relación con
el futuro. Lo que hacemos tiene consistencia porque creemos que vamos a
trascender en función del futuro, sea porque tenemos descendencia (manera
primitiva de trascender) o porque enarbolamos las banderas de las grandes
causas humanas, como la lucha por el bienestar de los demás. En esta categoría
y aterrizando en la contemporaneidad, el sentido de la vida, para muchos, está
en proteger al medio ambiente, rescatar a los animales que sufren, luchar por
la paz mundial, imponer un solo pensamiento en la tierra o abrazar un
nacionalismo que nos lleve a independizar a nuestro país. Los fundamentos de
trascender son un espectro de opciones que justifican lo que hacemos y permiten
defender las causas en las que necesitamos creer.
El doble
anclaje, trascendente y personal
El asunto
del doble anclaje es que una causa que trascienda estaría muy vacía si dejamos
por fuera nuestro propio proyecto personal de vida. En este sentido, el ancla
de lo que hacemos en función de nosotros mismos tiene un carácter en el cual
son necesarias las metas a corto, mediano y largo plazo, en donde el individuo
es el centro y un ego sano debe predominar. La búsqueda del placer no
autodestructivo y el goce por las pequeñas recompensas que vamos recibiendo cada
día son la esencia de esa ancla personalísima que le da forma al núcleo de
nuestro individualismo. Ese individualismo sano y basado en lo que más nos
conviene sin perjudicar a otros, es la base que nos permite alcanzar logros,
incluso el de abrazar la idea de trascendencia. En función del futuro y para sí
mismo, así debe ser el par de anclas que lanzamos para dar estructura a
nuestras vidas.
Santiago, 07
de abril de 2024.
Publicado en varios medios de comunicación a partir del 07 de abril de 2024.