domingo, 26 de mayo de 2024

Análisis y objetividad

Francis Bacon publica el Novum organum en 1620 y señala que: “Hay cuatro clases de ídolos que asedian la mente del hombre. A éstos, por razón de claridad, les he asignado cuatro nombres: Ídolos de la Tribu, Ídolos de la Cueva, Ídolos del Mercado e Ídolos del Teatro.” En su tesis, el hombre que intenta comprender un fenómeno determinado está condicionado por estos “ídolos” que alteran la percepción y el análisis de lo que se desea estudiar. De esta tesis hace ya 403 años y se siguen incurriendo en los mismos errores que llevan a su vez a resultados fallidos una y otra vez.

El ejemplo de falta de objetividad en relación con los fenómenos que se desean estudiar tiene su más aparatosa expresión en las mal llamadas “ciencias sociales”. Dentro de las ciencias sociales, tal vez sea el análisis político (y la politología) el terreno que más elementos puede aportar con relación a la manera como se conducen los grandes conglomerados humanos. Sin embargo, como lo señaló Francis Bacon hace más de cuatrocientos años, el juicio queda alterado y a lo sumo, con dificultades, quienes intentan analizar estos fenómenos terminan tomando partido, lo cual lleva a que las cosas se dicotomicen y se terminen convirtiendo en negro o blanco. No tendría nada de especial en una persona que no se dedique al estudio de esas cosas, salvo porque el resultado queda minimizado a lo propagandístico y aquello que era potencialmente útil termina por ser panfletario.

He escrito sobre el pensamiento tarifado que, si lo vemos con frialdad, se ajusta a su fin y existen y seguirán existiendo intelectuales que hacen del tráfico de las ideas un asunto que le permite pagar sus gastos domésticos. De eso tenemos amplio reporte de carácter historiográfico y el pensador tarifado o “el intelectual tarifado” siempre ha cundido como la maleza. No hay nada de especial en eso. Lo que a mi juicio se vuelve lastimoso es que, por presión del grupo, como señaló Bacon o por necesidad de ser aceptado y aplaudido, se deja a un lado la posibilidad de desarrollar talentos potenciales que simplemente mueren en el intento de plantear cuestiones que bien podrían ser útiles para la mayoría de las personas. De ese intelectual tarifado, que hace uso de cualquier medio de comunicación para expresar las ideas, tenemos al escritor tarifado que sigue siendo una especie que no se extingue con el paso del tiempo y su capacidad de mimetizarse es infinita.

Por el contrario, la expresión objetiva y sosegada, se aprecia enormemente. Probablemente sea imposible hacer un análisis objetivo con relación a asuntos como el tema político. La razón está en que lo político, por tratarse de una dinámica que determina nuestras vidas y moviliza elementos como las creencias y expectativas, apunta directamente a aquello que le adjudicamos un carácter valorativo. En ese análisis expresamos nuestros propios valores y es obvio que la moderación es difícil de alcanzar.

Por otra parte, cuando se intenta hacer una construcción intelectual en el campo de las “ciencias sociales”, potencialmente podemos conectar con nuestro lado más oscuro y la envidia, el resentimiento, los odios solapados y los prejuicios de rigor harán su aparición. De manera casi refleja se movilizarán nuestros más atávicos y hasta rancios mecanismos de defensa y aquello que queremos dar por cierto lo termina siendo porque queremos que así sea y no porque así es.

Asuntos como la interpretación de la historia, el análisis de los personajes que hacen historia y el posicionamiento con relación a una situación violenta, como la guerra, estarán más que tergiversados por nuestros deseos. Algunos de los mismos serán expresados con sencillez porque esconden motivaciones inconfesables. La subjetividad y la necesidad de que las cosas se ajusten a nuestras creencias es algo frecuente que abre la puerta a la curiosidad de analizar a quien hace el respectivo análisis y descubrir cuáles son sus motivaciones personales que le inducen a tomar tal o cual posición en relación con las cosas propias de la vida cotidiana.

Otro tema interesantísimo es cuando nos damos cuenta de que se intenta ocultar un deseo en el contexto de una interpretación determinada. Eso es reflejo de la naturaleza de quien funge de “analista” que termina por desnudarlo y disminuir su capacidad de ser creíble. Ganarse la credibilidad de un conglomerado y ser congruente en el curso del tiempo con lo que se preconiza es de los asuntos más desafiantes del hombre de pensamiento genuino. Mucho más interesante cuando reconoce su error o simplemente acepta que no es capaz de entender un determinado fenómeno social.

La opinión de por sí no tiene nada de criticable. La ausencia de objetividad, en el contexto de un análisis metódico, es insulsa y no merece nuestra atención. El tiempo se encargará a fin de cuentas de poner cada cosa en su lugar, como por ejemplo que el pensamiento de Francis Bacon siga teniendo vigencia en nuestro tiempo.

 

Santiago, 26 de mayo de 2024.

Publicado en varios medios de comunicación a partir del 26 de mayo de 2024.