domingo, 30 de junio de 2024

Las mejores influencias

 


Somos producto de todos los elementos que nos influencian para crear nuestro ser. De estas influencias parte la idea de identidad, que es lo que nos permite mostrarnos desde nuestras particularidades. Las influencias tienen dimensiones éticas, estéticas y propensas a trascender. Estas tres maneras de entender aquello que influye en nuestras vidas pueden explicar el origen y fin último de lo que hacemos como sujetos y como colectivos.

Aspectos buenos y malos

Lo bueno y lo malo, asumido como valor, alcanza un nivel ético. De ahí que, en un inicio, somos capaces de adjudicar un carácter deseable sobre aquello que tenemos en mente como bueno. Si cultivamos algo y especulamos que es bueno, entonces esta creencia va a definir los asuntos propios de lo que pensamos y hacemos. No hay diferencia entre un juicio que creemos bueno y un prejuicio. Sólo son maneras de categorizar aquello en lo cual creemos y es un intento de darle sustento a lo que hacemos. En la medida que vayamos definiendo las cosas por su carácter valorativo, iremos construyendo la realidad básica de la cual parten las demás.

Lo estético como norte

Hay un lado estético en toda manera de ver y entender los asuntos. Hay una estética del pensamiento y como consecuencia, existe una estética de la conducta. En todo esto apostamos sabiendo y sin darnos cuenta, porque es propio de lo real que tenga un carácter estético como también ocurre en las representaciones más abstractas que podamos crear. Hay una estética visual, perceptiva, de mostrarnos y por supuesto, de ocultarnos. La estética es una condición necesaria porque de ella parte la imagen de todo lo que hacemos, pensamos o creamos. Esa estética es una de las cualidades más humanas de cuanto hacemos, porque lejos de tratar de armonizar con lo circundante, lo estético también se manifiesta en claras rupturas con el entorno. De toda ética parte una estética.

El sentido de trascendencia

Todo lo humano, en particular si tiene arraigo ético y estético en cosas particulares, potencialmente puede trascender. La trascendencia de aquello que nos identifica es siempre un asunto que parte de un punto inicial y eso lo convierte en algo “local”. De esa tendencia al localismo parte la posibilidad de que algo que tengamos en mente se pueda universalizar. De hecho, cuando vemos las cosas más trascendentes de lo humano, parten precisamente de asuntos provincianos.

¿Por qué se universaliza lo particular?

Sólo se puede universalizar lo particular, local o provinciano, porque tiende a tocar la esencia de los asuntos que nos unen a todos los seres humanos. Es una paradoja perfecta, pero sólo se trasciende en la medida que se exalten los elementos que constituyen la dimensión ética y estética de lo que forma parte de nuestras vidas. Sin localismo, no puede haber trascendencia, porque la trascendencia es precisamente la universalización de lo particular. En la medida que esa paradoja pueda ocurrir, nuestra capacidad de comunicarnos aumenta.

Buenas influencias

Buenas y malas influencias tenemos todos. En cada proceso de germinación de las cosas particulares, existe un montón de elementos que van a influir para que algo se vuelva trascendente. Ocurre una influencia propia que generan los resultados de aquello que vamos experimentando. La influencia de nuestros pares es fundamental porque calcamos sabiendo y sin saber, muchas de las cosas que nos identifican. Existe la influencia de nuestro entorno, con todo el peso que se requiere para sobrellevar la socialización y sobre adaptarnos a las circunstancias. Hay influencias propias de la época, las cuales determinan que mucho de cuanto pensamos y hacemos sea más por presión que por convicción. Las influencias propias del tiempo en el cual se vive tienden a nublar la claridad de pensar.  Las influencias históricas, vengan del pasado o de lo que se ha generado en el presente, marcan nuestro rumbo. También están las influencias propias de nuestra imaginación, que en muchas ocasiones son tan determinantes que pareciera que vamos por la vida como si soñásemos despiertos.

Cada una de estas instancias nos modifica y va condicionando lo que vamos siendo. Estamos en un permanente proceso de transformación que puede llevarnos a los senderos más insospechados, porque es muy difícil saber en qué momento y por cuál circunstancia habremos de cambiar el rumbo de lo que vamos construyendo día a día.

Los seres humanos tenemos influencias que van, desde cosas puntuales como lo que tenemos como creencias y lo que nos imponen desde otros ámbitos como los caprichos temporales que constituyen la moda. Lo más pesado de todo este ejercicio, a mi entender, es que se trata siempre de la práctica de ensayos y errores repetidos hasta el infinito. Es asunto de ir probando y ver cómo resultan las cosas. Lo considero un gran peso, porque tener que dar vueltas y remediar nuestras experiencias fallidas pareciera ser algo esencialmente humano, por consiguiente, siempre va a ser de esta manera.


Santiago, 30 de junio de 2024.

Publicado en varios medios de comunicación a partir del 30 de junio de 2024.